El evangelio de hoy me ha animado a reflexionar sobre una expresión que usa Mateo que pasa desapercibida en las traducciones. Os pongo el texto de la versión del 2011 de la Conferencia Episcopal, que es la que se usa en nuestras celebraciones:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
En rojo os he puesto la expresión en cuestión.
Se cree que la versión de Mateo que conservamos (en griego) deriva de un texto original en hebreo. Esto se intuye por ciertas expresiones traducidas literalmente al griego, pero que son hebreas o arameas, como el caso que os presento.
Es como si yo tradujera al castellano un texto inglés que luego no se conservara. En esa traducción yo pondría: «y entonces se puso a llover gatos y perros«. Cualquier lector que conozca el inglés sabría identificar que lo que está leyendo es copia traducida literalmente al castellano, pues no usé la expresión castellana equivalente esperada («y entonces se puso a llover a cántaros«).
El griego dice: «ἰῶτα ἕν ἢ μία κεραία» (lit. «hasta un ‘cuerno’ de la iota»). La Biblia de Navarra traduce: «ni la más pequeña letra o trazo». La de Jerusalén: «una i o una tilde». La Nácar: «una iota o una tilde». La Straubinger: «ni una jota, ni un ápice». La expresión literal hebrea sería: «una qotz de una yod».
Las letras Yod (hebrea) y Iota (griega) son evolutivamente iguales. Los griegos adoptaron el alfabeto fenicio, girándolo y con pequeñas variaciones, para identificar los sonidos de su propio alfabeto. Álef se convirtió en Alfa; Bet, en Beta; Gímel, en Gamma; Dálet, en Delta; y así podríamos seguir hasta la última letra del alefato hebreo. Pero la que hoy nos interesa es Yod que pasó a ser la Iota de los griegos.
Los caracteres semíticos son la primera representación alfabética de la historia. El resto de lenguas existentes en esa época, utilizaban caracteres ideográficos para escribir lo que querían decir. La particularidad del alefato semítico es que, aun siendo alfabético, conserva también su carácter ideográfico. Así, una palabra hebrea se puede pronunciar caracter por caracter, pero su representación también expresa el concepto en sí del que se trata.
Te pongo dos ejemplos para que se entienda (espero que no resulten pesados):
En hebreo, «padre» se dice ʾab, y se escribe אב (recuerda que se lee de derecha a izquierda). Además de poder pronunciarlo, la ideografía de sus letras nos está mostrando la naturaleza del concepto «padre» para el pueblo hebreo. Álef («cabeza de buey»), representa no sólo al animal, sino ‘al que va primero’, al ‘líder’ o ‘jefe’ que tira del resto, que prepara la tierra, también la ‘fuerza’ y a ‘Dios’. Por su parte, Bet («casa») nos muestra el ‘interior’ de una ‘casa’ o ‘tienda’ hebrea. Representa, no tanto el edificio en sí como su interior, lo que hay ‘dentro’, el ‘hogar’, la ‘familia’. Así, el «padre» no es solo el progenitor masculino, sino:
- el jefe de la casa
- el que carga con la familia y la hace avanzar
- la fuerza interior de la familia
- el que prenetra la tierra para sembrar semilla
- el que prepara el terreno para que dé fruto
En hebreo, «paz» se dice shalom, y se escribe שלום. La letra Shin («diente») representa el concepto de ‘aplastar’, ‘triturar’ algo. Lámed («vara») es el bastón usado para enseñar, hacer crecer recto algo, también para ‘arrastrar, llevando o trayendo’ algo. Vav («gancho») es un ‘clavo’, algo para ‘asegurar’ las tiendas del viento, algo se hace ‘descender’ al suelo, penetrándolo. Mem («agua») representa el ‘mar’ y su ‘inmensidad’, también la ‘vida’ y la ‘muerte’ o el ‘caos’. Así, shalom no es simplemente un sentimiento de tranquilidad y ausencia de preocupación, sino: aquello que destruye la autoridad que nos ata al caos. Es la reunificación de las potencias del hombre, de manera que pensamientos, emociones, sentimientos, palabras y acciones del hombre actúan en sintonía y orden, no de manera caótica, cada una por su cuenta. Es el estado de Adán antes de la caída, la unificación de sí mismo con Dios. Es el mismo estado espiritual que Jesús nos ofrece al decirnos: «shalom os dejo, mi shalom os doy» (Jn 14, 27).
Algo parecido ocurre con la expresión «una qotz de una yod» (lit. «una espina de una Yod»). Esta letra, la más pequeña del alefato hebreo (pero de la que, según los rabinos, se forman todas las demás), posee tres qotz. En las representaciones modernas esto se está perdiendo. Estas tres espinas derivan de la representación pictográfica de la letra. Representa una ‘mano’ o ‘brazo’, incluso un ‘dedo’. Engloba las ideas de ‘poder’, ‘dar’, ‘empujar’, ‘llevar’, ‘atravesar’, etc. Su valor es 10, es decir, 1. Por eso es la más pequeña, porque representa ‘punto único’ del universo, el eje o poder sobre el que se sostiene: Yod es la mano, dedo o poder de Dios trinificado (con el que Él mismo escribió en las Tablas de la Ley).
Dice Jesús: lo ta’abór yod ‘aját ‘o-qotz ‘ejád min-hattorá («no pasará ni una sola espina de una yod de la Torá»), ‘ad ‘asér ye’asé hacól («hasta que se haya realizado totalmente»).
Nada hay en la Escritura dejado al azar. Todo lo que está en la Torá es profecía a la espera de realizarse, de completarse. Profecía que realizará Jesucristo hasta en sus más pequeños detalles, de forma plena y perfecta. Desde ese momento, el cumplimiento de la Torá ya no radica en ser milimétricamente fieles a lo que dice el texto bíblico, sino en parecernos hasta en los detalles más pequeños al hombre Jesús, al humano Jesús. Detalles tan pequeños como qué ver en la tele, qué leer, cómo pensar, cómo razonar, qué decir, qué no decir, cómo o cuándo actuar y de qué manera. ¿Qué harías tú Jesús? Para ello, hay que conocerle, leyendo lo que la Escritura nos cuenta de Él, pero también relacionándonos con Él. Así, aprendemos su personalidad, su humanidad y nos dejanos de argumentos abstratos idílicos sobre Jesús que en realidad nos sirven de muy poco. Cuanto más perfecta y profunda sea nuestra imitación de Jesús (del humano Jesús), nuestra identificación con su forma de ser hombre, más grandes seremos en el Reino de los Cielos, y viceversa.
No tienes porqué aprenderte la Torá entera, ni sus mandamientos. Simplemente conocer a Jesús, al Jesús humano; relacionarte con Él, con el hombre Jesús, y dejar que Padre, Hijo y Espíritu (las tres qotz de la Yod) poco a poco ‘atraviesen’ todo tu ser, ‘llevándote’ poco a poco al parecido físico, humano, con Jesús, ‘dándote’ su ‘poder’ y su ‘dominio’ sobre las potencias de tu vida; y, en definitiva, te hagan ‘uno’ con Jesús, con la Trinidad, con Dios, aquel que sostiene el Universo y te ama tan profundamente que desea habitar eternamente en ti y que tú habites eternamente en Él.