Con motivo del inicio de la Cuaresma, parece oportuno recordar cómo la Iglesia nos enseña que «todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales» (Canon 1249), en los que se da una dedicación mayor a ciertas «obras de piedad y de caridad», de abnegación «a sí mismos […] observando el ayuno y la abstinencia» (ib.).
«En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales, todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma» (Canon 1250), de manera que, «todos los viernes [del año], a no ser que coincida con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne u otro alimento […] determinado por la Conferencia Episcopal» (Canon 1251), quien además, determinará «el modo de observar el ayuno y la abstinencia, [o] sustituirlos en todo o en parte por otras formas» (Canon 1253).
Es por ello que, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días en que debe guardarse el ayuno y la abstinencia, sin poder sustituirlos por otra obra penitencial (cf. Canon 1251).
La abstinencia es obligatoria a partir de los 14 años en adelante; y el ayuno, entre los 18 y 59 años (Canon 1249). No obstante, se recomienda a pastores y padres que introduzcan paulatinamente a sus hijos «en un auténtico espíritu de penitencia» (cf. Canon 1251), p. ej., proponiéndoles alguna forma de penitencia apropiada a su edad, así como el sentido espiritual de la misma. Lo mismo vale también para los mayores de 59 años y aquellos que, por enfermedad o situación médica concreta, se ven obligados a adaptar sus penitencias.
Por último, la Conf. Episcopal Española, a tenor del Canon 1253, nos indica el modo de guardar el ayuno y la abstinencia[mfn]Nota de la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española del 6 de febrero de 1986.[/mfn].
- «Los viernes de cuaresma […] abstinencia de carne, sin que pueda ser sustituida por ninguna otra práctica», salvo que «coincidan con una solemnidad» o se obtenga una «legítima dispensa».
- «En cuanto al ayuno, [debe] guardarse el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo«.
- El ayuno «consiste en hacer una sola comida al día, [aunque] no se prohíbe tomar algo de alimento a la mañana y a la noche», vigilando eso sí, «la cantidad y calidad de los alimentos».
Resumen:
- La abstinencia es para todos los fieles de 14 años en adelante.
- El ayuno es para los fieles entre 18 y 59 años.
- Todos los días de cuaresma son penitenciales.
- Todos los viernes del año son de abstinencia (puede sustituirse por otra obra); durante los viernes de Cuaresma, la abstinencia no puede ser sustituida.
- El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, son días de ayuno y abstinencia, (y no pueden sustituirse).
Por amor y unidos a Jesucristo
Lo más importante de todo esto es que no nos encerremos en el simple cumplimiento de una ley externa, por miedo a ser reprobados; ni nos quedemos ajenos al espíritu penitencial de unión con Jesucristo en favor de todos los hombres en los que, de manera particular, la Iglesia entera (¡tú y yo somos Iglesia!) se une a su Esposo Jesús y ambos se ofrecen al Padre, pidiendo perdón por sus pecados y los del mundo entero.
No ayunamos para sentirnos mejor, ni para adelgazar («aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid»); ni nos abstenemos de carne para purificar nuestro organismo con «comida más sana». Ayunamos para poner de manifiesto que la vida no nos viene de las cosas materiales, sino de vivir en la Voluntad de Dios. Nos abstenemos de carne los viernes, porque ese fue el día en que la Carne de Cristo, su Cuerpo (es decir, la Iglesia entera) quedó suspendida en la Cruz, ofreciéndose al Padre por la salvación de todos los hombres. Unidos a Él, como cuerpo suyo que somos, nos ofrecemos con Él, por nuestros pecados y los del mundo entero.
Una práctica edificante y provechosa puede ser dedicar el tiempo que se gana (al no tener que comer ni que hacer la comida), para:
- Rezar, leer o escrutar la Sagrada Escritura, etc.: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4ss).
- Adorar y servir al Señor en el Santísimo o a través del prójimo (p. ej.: visitando enfermos, ancianos, pobres, etc.): «Al Señor, tu Dios, adorarás y sólo a Él darás culto» (ib.).
- Aceptando las contrariedades del día y el sufrimiento propio, sin quejarnos ni murmurar: «No tentarás al Señor tu Dios» (ib.).
Todo por amor a Jesucristo y deseo de estar más unidos a Él.
El Señor os bendiga.