¡Feliz día de San José!
¿Te llamas José? ¿Eres padre? ¡Felicidades! ¿Eres cristiano? ¡Felicidades! Él es Patrón de todos los cristianos. Así que se puede decir que ¡hoy es el santo de todos los cristianos! Y ¡qué gran santo! Aunque a mí me gusta más decir ¡qué gran padre!
Puede que llamar ‘padre’ a San José cueste un poco al principio, pues a Dios también le llamamos Padre y, a veces, nuestra religiosidad natural levanta alarmas haciéndonos creer que Dios se ofende si llamamos padre a San José.
Lo cierto es que Dios Padre quiso darle un padre a su Hijo y eligió a San José. Él fue un padre en toda regla. Nosotros tendemos a llamarle ‘padre adoptivo’, ‘padre putativo’ (de ahí se cree que viene el diminutivo ‘Pepe’, de las inscripciones antiguas en las que Joseph iba precedido del título ‘P.P.’). Sin embargo, para el pueblo hebreo no existía el término ‘padre adoptivo’, un padre biológico y un padre ‘legal’ tenían ambos los mismos derechos, la misma honra, la misma dignidad de padre.
¡José fue padre verdadero de Jesús! Dios Padre así lo quiso. ¡Dios mismo quiso que Jesús llamara ‘padre’ a San José! Si tú y yo somos hijos en el Hijo, podemos llamar ‘padre’ a José con total seguridad y en completa sintonía con la legislación de la Torá.
Un día se acercó a Jesús la madre de los Zebedeo y le pidió que le concediera que sus hijos se sentaran a su derecha e izquierda cuando llegara Su Reino. Jesús le dio una contestación un tanto extraña: τὸ δὲ καθίσαι ἐκ δεξιῶν μου καὶ ἐξ εὐωνύμων οὐκ ἔστιν ἐμὸν δοῦναι, ἀλλ’οἷς τοῦτο ἡτοίμασται ὑπὸ τοῦ Πατρός μου («pero el sentar a mi derecha e izquierda no es mío el concederlo, antes bien esto fue preparado por mi Padre», Mt 20, 23).
Me gustan dos cosas de esta frase:
- La partícula ἐκ antes de derecha e izquierda, que denota movimiento desde el interior de algo hacia fuera. Es decir, la derecha e izquierda que salen del interior del trono del rey.
- La forma verbal ἡτοίμασται que está en aoristo, denotando una acción completa y ya realizada.
¿Por qué Jesús no podía conceder esos puestos? ¿No os resulta extraña esta contestación?
No cabe duda de que razones suficientes tenemos, en nuestros 2000 años de existencia, para afirmar que María, nuestra Madre, está sentada a la derecha de su Hijo. Ya no solo porque la Tradición atribuye a Nuestra Madre este versículo: «de pie, a tu derecha está la Reina, enjoyada con oro de Ofir» (Sal 44, 10), sino porque la madre de cualquier rey se sentaba a la derecha de éste: «Luego Betsabé entró donde estaba el rey Salomón para interceder en favor de Adonías. El rey se levantó a su encuentro, hizo una inclinación ante ella y tomó asiento en su trono. Dispuso otro para la madre del rey, quien tomó asiento a su derecha« (1R 2, 19).
Sabiendo esto, no es difícil identificar para quien fue dispuesto por el Padre el lugar a la izquierda de Su Hijo: para San José, su padre terrenal.
Estoy convencido de que este es el motivo porque el que Jesús no podía conceder esa petición a la madre de los Zebedeo. Dios Padre dispuso desde antes de la Creación del mundo ese honor para las dos personas a las que entregaría a Su Hijo: su Madre, de la que tomaría cuerpo humano y su Padre, del que aprendería la Torá, heredería las promesas y sería defendido de los peligros.
De hecho, Dios Padre entregó a José las dos obras más grandes, las más queridas: le entregó a la Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad y a la Inmaculada Concepción, delegando en él la tarea de protegerles, acompañarles, apoyarles, etc.
Según algunos santos visionarios, Jesús reveló a José que debía morir por los hombres y que él no estaría vivo en ese momento. José sufrió muchísimo sabiendo que no estaría allí para sostener a su mujer en ese momento ni a su Hijo en la Cruz, y dedicó toda su vida a enseñar a Jesús a soportar el sufrimiento, a ser un hombre para que, llegado el momento del suplició, fuera capaz de soportarlo, siendo fiel a la voluntad de Dios Padre, y no huyera ante el miedo a sufrir el martirio.
¡José fue un padre en toda regla!
¡José es tu padre con todo el derecho del mundo!
Pídele a él el valor que necesitas para soportar el sufrimiento y mantenerte de pie delante de la cruz, firme en el deseo de hacer la Voluntad de Dios por encima de tus propios miedos, temores y deseos.
San José fue el primero en hacer la Voluntad de Dios, sin entender absolutamente nada. Antes incluso de que el Ángel se le apareciera, ya él sólo, sin la intervención de ningún ser sobrenatural había discurrido acerca de lo que debía hacer para cumplir con la Torá, para no quebrantarla. ¡ÉL SIEMPRE HA DESEADO LA VOLUNTAD DE DIOS!
San José se convirtió en padre de Jesús, el más excelso de los padre, porque supo ser el más humilde de los hijos de Dios. El texto de Hb 5, 8 que atribuimos a Jesucristo («aprendió sufriendo a obedecer»), lo podemos atribuir también a José, pues primero él tuvo que aprender a ser hijo de Dios, sometiéndose a la Voluntad del Padre, de esta forma pudo enseñar a Jesús a ser Hijo de Dios, a someterse a Su Voluntad, a desearla por encima de la suya propia.
José es el padre que todos necesitamos. Pero, antes que eso:
JOSÉ ES EL PADRE QUE DIOS NOS OFRECE
Si somos hijos en el Hijo, somos hijos de José en Jesús. Y, la tarea que Dios encomendó a José de cuidar, fortalecer y proteger a María y al Niño, es la misma que ahora él, con todo gusto y deseo, asume: cuidar a los hijos de María, cuidar a los cristianos, cuidar a Jesús en cada uno de nosotros.
¿Quieres ser como Jesús? Pídele a José que cuide de Jesús en ti, que le ayude a crecer en ti, que le defienda de los peligros que le acechan dentro de ti (especialmente del Herodes que hay dentro de ti y de mí tratando de evitar perder su trono), para que Jesús pueda ir creciendo en ti, logrando sabiduría y gracia, hasta que esté listo para entregar su vida por ti y experimentes el amor gratuito del Padre, la justificación de todos tus pecados, el fin inmerecido e incondicional de toda tu condena.
Todo esto es tarea de José: ¡TU PADRE! ¡MI PADRE!
Os dejo una canción compuesta por mí, basada en el texto de la oración que compuso el Papa Francisco para el Año Santo de San José. Que os sirva para acoger a este gran padre que se nos ha dado y poneros debajo de Su Poderosa Capa: