¡Verdaderamente está resucitado!
Desde la Parroquia os queremos desear a todos Feliz Pascua de Resurrección. ¡Cristo está resucitado!
Hoy es la Fiesta de las fiestas y, durante cincuenta días, viviremos este tiempo pascual, impregnándonos de la Resurrección de Cristo. Porque, ¡verdaderamente Cristo está resucitado!
Pero, Cristo no resucitó como un premio personal de Dios Padre a su obediencia, a sus méritos, a sus virtudes…
¡Cristo está resucitado para ti y para mí!
El Señor Jesús ha resucitado de entre los muertos, no para que nos quedemos simplemente admirando esta obra maravillosa que le sucedió a Él, sino para asegurarnos en su propia carne que tú y yo podemos recibir esta Vida que vence la muerte. Esta vida que es el mismísimo Espíritu Santo.
Y, ¿cómo la podemos recibir? Basta con aceptar que ni tú ni yo podemos hacerlo ni fingirlo por nuestras propias fuerzas, que sólo nos queda una cosa: abrirnos a la gracia gratuita del Espíritu de Dios que viene en ayuda de nuestra flaqueza, para tocar a nuestro propio espíritu y susurrarnos, en lo más íntimo del corazón:
Y, si eres hijo, ¡eres heredero de Dios mismo! ¡Coheredero con Cristo! ¡Gratuitamente! Sin necesidad de ser lo que no somos. Ninguno somos buenos, ninguno somos virtuosos… pero, hoy, en Jesucristo, el Padre nos grita con fuerza y con amor: ¡TODOS SOIS AMADOS POR MÍ! Me da igual como seas, déjame que te ame y ¡ámame tal y como eres! A mí no me importan tus pecados, me importas tú, me importa quererte y que me dejes quererte.
Hoy, Cristo resucita para nosotros, para que todo aquel que quiera, mirándole a Él, se abra al Espíritu de Dios y reciba, en lo más íntimo de su ser, la certeza de que ¡la Muerte ha sido vencida! ¡Qué se puede amar al enemigo! Porque nada ni nadie puede agotar la vida que llevamos dentro, una vida que salta hasta la Vida Eterna, una vida que no se agota, un agua que no se seca.
¡Eres hijo de Dios!
Resucitó, ¡sí! Y en Él, tú y yo recibimos hoy gratuitamente la capacidad de resucitar con Él. Y, como todo es gracia, todo es gratis, sólo podemos hacer una cosa: RESISTIRNOS.
Por eso, en el Nombre de Jesús, os decimos: NO NOS RESISTAMOS, DEJÉMONOS PASAR DE LA MUERTE A LA VIDA POR AQUEL QUE ES LA VIDA MISMA.