13 de abril: San Martín I, papa

Hablemos del último Papa que murió mártir: hablemos de San Martín I.

Antes de ser designado Papa, Teodoro I le mandó a Constantinopla con un título que no puede molar más.

“Apocrisarius plenipotenciario”.

Lo que es un embajador o nuncio de ahora.

Martín solamente era diácono, pero en estas estábamos cuando el papa Teodoro murió.

Así fue elegido de repente como Sumo Pontífice en el año 649.

Y no tardó mucho en “liarla”. Por supuesto, en el buen sentido de la palabra.

Convocó el Concilio de Letrán, donde condenó con vehemencia la herejía monotelita.

Los monotelitas se habían instalado con fuerza en Constantinopla y Martín conocía sus fechorías de primera mano, además de saber que el Monotelismo estaba haciendo polvo la unidad de la Iglesia.

¡Ah, sí! El Monotelismo, ¿qué es?

No es sencillo pero, para que nos entendamos, los monotelitas admiten las dos naturalezas de Cristo: humana y divina, pero entienden que únicamente tiene una voluntad (la divina).

Digamos que lo fetén y lo suyo es creer que, además de las dos naturalezas, tiene también las dos voluntades; esto era lo que defendía a tope Martín, y lo que defendemos también hoy en día los católicos.

El Monotelismo es algo así como quitarle mérito a Cristo.

La expresión “discusión bizantina” viene de este tipo de líos en los que se metían constantemente en Constantinopla.

A Constante II, emperador bizantino (y monotelita sin remedio), esto no le hizo ninguna gracia.

Aquí le vemos en una moneda junto a su hijo, Constantino.

Constante pensó: “si dejo que este diácono me diga lo que está bien y lo que está mal no me va a quedar autoridad ni con mis criados”.

Lo que temía realmente era que los musulmanes, que estaban empezando a hacer de las suyas, le tomarán como a alguien débil.

Ya habían conquistado Antioquía.

Así que encargó a un sicario que, nada más y nada menos, matara al Papa Martín.

Parecían una familia muy maja… pero no.

El plan era el siguiente: había misa solemne en Santa María la Mayor y se sabía que el Papa presidiría. Pues bien, el sicario debía asesinarle exactamente cuando recibiera la comunión de manos del mismo Martín.

Un buen rollo total, como veis.

Con lo que seguro que no contaba el sicario era con quedarse ciego en el momento de recibir la Hostia.

Pero Constante tenía un plan B.

Contaba con un esbirro sin escrúpulos llamado Kalíopes.

¿Por qué los malos tienen siempre este tipo de nombres? Dejemos ese melón para otro momento.

El tema es que Kalíopes tenía la misión de secuestrar a Martín y llevarlo de Roma a Constantinopla.

Kalíopes era exarca de Rávena, la ciudad que tiene los mosaicos más bonitos del mundo (no exagero).

El Buen Pastor, Mausoleo de Galla Placidia, Rávena.

Eso demuestra que muchas veces los gobernantes no son dignos de los pueblos que gobiernan.

La misión tuvo éxito y secuestraron al Papa Martín.

Fue conducido en condiciones infrahumanas hasta Constantinopla, y allí expuesto para que el pueblo se riera de él.

Tan cobarde era Constante, que ni siquiera se atrevió a matarle: le mantuvo con vida, de cárcel en cárcel.

Finalmente, le mandó al exilio, a un sitio donde había hambruna, Quersoneso, al confín del mundo conocido.

Allí murió en el año 656 y también allí fue enterrado.

Casi todas sus reliquias fueron trasladadas con el paso del tiempo a Roma y están en una iglesia llamada San Martino di Monti.

Existen diecisiete de sus cartas donde cuenta como fue su cautiverio.

Por cierto, el Monotelismo acabó desapareciendo, ya que los papas sucesivos que impuso el Emperador defendieron igual que Martín las dos voluntades de Cristo.

Al final, siempre ganan los buenos. Que no os engañen.

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