David Salaverría Hoy nos toca seguir la pista a San Gotardo por todo Centroeuropa.
Preparaos para un viaje lleno de esos nombres raros que os gustan tanto y de sitios molones desconocidos para el gran público.
El pequeño Gotardo (también se le conoce como Godofredo, he preferido el diminutivo) nace en la Baja Baviera, en Alemania, que en ese momento estaba integrada en lo que se llamaba el Sacro Imperio Romano Germánico, herencia directa de Carlomagno.
Estamos rondando el año 1000: el milenarismo va a llegar.
El milenarismo es la creencia que había en esa época, un poco infundada, de que el fin del mundo se acercaba porque mil años es lo que vaticinó el Apocalipsis que tardaría Cristo en regresar a celebrar el Juicio Final.
Estaba la peña acongojada, no os creáis. Un día hay que contar cosas que sucedieron en torno a este año 1000.
Una de ellas es que Gotardo, ya crecidito, ha sido enviado a Salzburgo a hacerse un hombre de bien.
Nuestro santo todavía lo único que tenía claro es que quería ser monje. Y empezó su carrera por lo más bajo; era monje vagabundo.
A ver, no era tan raro. Este tipo de monjes iban de ciudad en ciudad aprendiendo su oficio e ilustrándose pues lo que les gustaba era ir a sitios con una buena universidad o abadías donde pudiesen aprender teología, astronomía o gramática.
Eran los «erasmus» de la época.
Gotardo se hizo benedictino, incluso se ordenó sacerdote y fue ascendiendo poco a poco hasta que en el año 996 es nombrado abad en Niederaltaich.
Con libertad de movimientos este monje se prepara para reformar su abadía y de paso introducir en la zona una nueva forma de ser benedictino: la reforma de Cluny.
Cluny es importantísimo. Un siglo antes de Gotardo, viendo que la regla de San Benito era saboteada incluso por los mismos abades, Guillermo I, el Piadoso, duque de Aquitania, cede varios terrenos a algunas congregaciones de monjes que están hasta el gorro de cómo se vivía la Regla.
El monasterio que se establece en Cluny, toda su organización (tanto administrativa como religiosa), es transpolada a otros monasterios que deciden acoger las nuevas bases de la Orden cluniacense.
Pensad que estos monasterios se hicieron poderosísimos, ¿eh? Hasta acuñaban su propia moneda. Dentro de sus dominios era el abad el que repartía el bacalao.
Creo que ya vimos cuando hablamos de San Roberto de Molesmes como 150 años después aproximadamente hubo de entrar otra reforma en las órdenes, la cisterciense, porque se les había ido un poco la pinza a los de Cluny.
Así avanza la Iglesia en torno al año 1000. Viento en popa a toda vela.
Gotardo era un defensor de la reforma cluniacense a muerte. Le va tan bien en los sitios donde es abad que le nombran obispo de Hildesheim.
Hildesheim, hoy en día, apenas tiene importancia. Fue salvajemente bombardeada durante la II Guerra Mundial. Pero en esta época Hildesheim era una de las ciudades más prósperas del norte de Europa.
Tiene tres edificios que crean un antes y un después en las construcciones civiles y religiosas de esta parte del viejo continente. Os los muestro rápidamente porque si no, no hay manera de que avance.
En fin, Gotardo quizá no fue mártir. Pero la Iglesia también avanza con grandes reformadores como él, que son capaces de hacer valer sus talentos para casi todo. Y que no se rinden si quieren algo.
Y que por supuesto no paran de rezar hasta conseguirlo.
Murió en el año 1038. Ya nadie le hacía mucho caso al milenarismo.
Como sería de famoso y de querido que sus sucesores como abades, Bertoldo, Bernardo y Norberto, no dejaron de dar la lata hasta conseguir que Inocencio II, en la catedral de Reims (donde coronaban a los reyes franceses) le hiciera santo en el 1131.
Bueno, a ver, que parece que le hicieron santo por insistencia. Que no. Que se le atribuyen un montón de milagros, sobre todo tras morir.
El 4 de mayo de 1132 trasladaron sus restos a la Catedral de Santa María de Hildesheim y por ello su día es este.
