Justo a tiempo.
En el momento exacto. Seguramente cuando el tema era más un marrón que algo interesante y atractivo.
De una manera bastante vulgar, quizá la elección más vulgar de toda la Biblia.
En un sorteo entre él y un «tal José, de sobrenombre, el Justo». Así fue elegido Matías apóstol en sustitución de Judas Iscariote.
Definitivamente, cuando Dios quiso.
Qué curioso lo de «la suerte». Supongo que Matías, en el momento de la elección, pensaría: «con lo a gusto que estaba yo viendo los toros desde la barrera, y sí, vaya gran honor, pero que a ver, que es sustituir a Judas, qué suerte la mía…».
Se rallaría la cabeza un rato Matías.
El «¿por qué yo?» ha rondado los pensamientos de los más grandes santos.
A suertes es elegido el día (el 13 del mes de Adar) para el exterminio de los judíos en el libro de Ester. También a suertes es elegido Jonás a ser arrojado por la borda por ser el causante de la tormenta del barco con el que intenta escapar de su misión. A suertes son echadas las vestiduras de Cristo entre los soldados mientras es crucificado.
Lo de las suertes en la Biblia: vaya alegría…
Y es que la suerte no es tan mala.
Por ejemplo, a Matías, que viene de ver ascender a los cielos a Jesús en Galilea, de repente, le eligen apóstol titular y, claro, has visto cosas, la aventura está siendo grande, te apuntas, claro que sí.
Y empiezan a pasar cosas porque, oye, parece que has llegado a lo mejor.
Tras su elección lo primero que cuentan los Hechos de los apóstoles es Pentecostés. Y ahí ya está Matías. La primera en la frente.
Y tras Pentecostés ya sabemos lo que ocurre: kerygma por aquí y por allá, la gente que les toma por borrachos, misiones a lugares remotos, aparece San Pablo, todo cambia.
Y Matías: «jope con las suertes, y me lo quería perder».
La verdad es que Matías no se perdió casi nada. Clemente de Alejandría, Eusebio de Cesarea y San Jerónimo, por una vez, están de acuerdo en una tradición: San Matías era de los seguidores de Jesús desde su bautismo en el Jordán, pues era del grupillo del Bautista, fue de los 72 que fueron en misión «sin alforja, ni dinero, ni calzado», estuvo presente en la Ascensión y tras aquello fue uno de los 12.
Qué currículum.
Luego se le sitúa (esto ya es más intuiciones que realidad) evangelizando por Capadocia y el mar Caspio. También en Etiopía, la Cólquide (de aquí era Polifemo, el famoso cíclope de la Odisea) y otros sitios peculiares.
Claro, que muchos sitios han querido decir que uno de los apóstoles estuvo predicando por su tierra. Que es normal. Da caché, claro que sí.
Todo parece indicar que murió mártir. La historia de sus reliquias es una de esas historias curiosas.
Escuchad:
Se ha conservado una novelilla en griego llamada «Acta de Andrés y Matías en la ciudad de los caníbales» que se tradujo al sirio, al arameo y al copto y que debió ser un best-seller en la época. Data del s. II pero a saber.
Esto llega a oídos de Santa Elena, la madre del emperador Constantino, cuando está excavando por Jerusalén y alrededores buscando reliquias top que llevarse a Roma. Este es otro melón que algún día habrá que abrir, pero estamos con lo de San Matías.
El tema es que Santa Elena descubre que el cuerpo de San Matías está en Jerusalén desde ni se sabe y, no se encuentra una el cuerpo de un apóstol, por muy a suertes que haya sido elegido, todos los días. Decide llevárselo a Roma.
Pero no acaba aquí su recorrido.
En definitiva, un apóstol es un apóstol. Una elección es una elección. Quién le diría a Matías, cuando veía ascender a Cristo a los cielos y se quedaba mirando como un pasmarote, lo que le iba a ocurrir después.
A veces los pasmarotes, a los que llaman sortudos, son los mejores.