19 de junio: San Romualdo

En 1483, Lorenzo de Medici, apodado el Magnífico, encargó al pintor de moda en aquel momento, Sandro Boticelli, cuatro lienzos como regalo de boda para un tal Gianozzo Pucci.

Ambas familias querían representar así su alianza dentro de una ciudad, Florencia, en la que la puñalada estaba literalmente a la vuelta de la esquina (mirad que se daban puñaladas las familias nobles hasta mientras se consagraba en la misa mayor del duomo).

A lo que íbamos: las pinturas representaban la historia de Nastagio degli Onesti, un joven de los Onesti de toda la vida de Rávena, cuyo drama amoroso describe Bocaccio en el Decamerón en el episodio «El infierno de los amantes crueles».

Vaya temita como regalo de bodas también os digo. No me meto pero…

Tres de los cuatro lienzos los tenemos en El Prado, porque hubo una época que este museo era un imán para toda la pintura top

«Pero seguimos sin hablar de San Romualdo» diréis. Y diréis bien, pero ya llega.

Digamos que San Romualdo perteneció a esta familia de Rávena llamada Onesti, duques de la misma. Gente importante.

Romualdo había nacido a mediados del s. X y sus años de juventud los vivió pues como hijo heredero de duques: por todo lo alto. A ver, no juzgar que aquí pocos hemos sido nobles medievales.

Ocurrió un acontecimiento extraño y que hizo que, de repente, Romualdo dejara todo y se metiera a monje. Vio como su padre, el duque Sergio degli Onesti, se retaba en duelo con otro noble y le mataba sin mostrar piedad ninguna. Tras aquello, con lo puesto, se metió en la basílica de San Apolinar in Classe con el deseo de cambiar radicalmente de vida.

Vaya si lo hizo.

Ravenna to Basilica of Sant'Apollinare in Classe: Private Tour 2021
Mosaico principal de San Apolinar in Classe. Creo que ya lo he dicho en otra ocasión pero en Rávena están los mosaicos más bonitos del mundo mundial

A Romualdo algo le ha conmovido y ni come ni se sosiega nada más que con la oración.

En parte tampoco deja comer ni rezar a su bola al resto de monjes. Era muy de señalar todos sus defectos: «qué gordo estás», «qué poco rezas», «dónde está tu cilicio» o «ayer no te vi en maitines» eran algunas de sus frases estrella.

El abad le dice: «mira Romualdo, que igual nosotros estamos un poco relajados rodeados de estos maravillosos mosaicos, pero que nos tienes fritos, que igual te iría mejor de eremita, cerca de Venecia me han dicho que se juntan algunos…»

No tuvo que terminar la frase el abad. Romualdo cogió la via que unía ambas ciudades, que va pegada a la costa, y se encontró al poco tiempo con un tipo raro que le enseñó los secretos del eremitismo.

Se llamaba Marino y junto a Romualdo iban a comenzar una obra inmensa por la zona. Centrada, no en los pobres como se podría imaginar, sino en los nobles.

La Pala d´Oro fue un encargo de la época (978) por parte del que era dux de la ciudad de Venecia, Pedro Orseolo, uno de los nobles a los que convirtieron de verdad Marino y Romualdo. Tanto le convirtieron que encargó este retablo y se retiró también a vivir como ermitaño dejando el máximo poder civil y militar de una ciudad como Venecia. Hoy es reconocido como San Pedro Orseolo

El padre de Romualdo, Sergio, flipaba bastante al escuchar las aventuras de su hijo.

Al principio se reía y negaba con la cabeza: «este Romualdo, qué rarito fue siempre, ¿no me dicen mis consejeros que ahora lo único que come son bayas?».

Pero al poco, el Espíritu Santo también toca fuertemente a este hombre y el ejemplo de su hijo hace que abandone también todas sus riquezas y se enclaustre en el monasterio de San Severo, hasta su muerte, para expiar sus múltiples pecados.

Romualdo, tras esto, decide cambiar de vida otra vez. No es que se hubiera cansado de ser ermitaño sino que sentía que se estaba acomodando.

Acomodándose a ser ermitaño. La broma se hace sola.

Volvió a Rávena a solucionar unos asuntillos y ojo, da la casualidad que está en Rávena el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en ese momento: Otón III.

«Nobles, la gran especialidad de Romualdo» pensaréis. Y sí, pensaréis bien también.

Otón III del Sacro Imperio Romano Germánico
Otón III era un emperador como la copa de un pino. Le tocó lidiar con el tema del año 1000 y tal pero bueno, que estuvo en su sitio. A los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico los coronaba el Papa, a veces por las buenas y otras por las malas

Otón había oído hablar de Romualdo porque no hay red de espías como la de los germánicos cuando se ponen.

Como sabía también que había líos en Rávena (los monjes de su antiguo monasterio cuando vieron que venía Romualdo hasta quisieron azotarlo) pues decidió hacerle abad de aquel monasterio que en su momento le dijo: «Romualdo, esto no es para ti».

Nuestro santo a obedecer, que para algo era el emperador, no hay quien le diga que no a un tipo que se llama Otón. Suena a que te va a pegar si no.

Pero la voluntad de todo un emperador no vale nada al lado de la VOLUNTAD con mayúsculas de Dios y esta última iluminó a Romualdo a crear una nueva orden. Lo único es que le faltaba un sitio para establecerse, en Rávena no le querían ni ver.

Para ello se valió de un señor que se llamaba Maldolo, que le donó unos terrenos cercanos a Arezzo, y que acabó siendo el primer monasterio de su nueva orden. Lo llamaron Camaldolo (Campo de Maldolo) y por ellos, su orden se llamó los Camuldunenses.

Piero della Francesca - Frescos de la Iglesia de San Francisco en Arezzo -  Quattrocento | Renacimiento italiano, Arte antiguo, Pintores italianos
En fin, en Arezzo está la iglesia de San Francisco, con unos frescos de Piero della Francesca para caerse de culo. Arezzo es muy cinematográfico: en esa ciudad se grabó La Vida es bella y también El Paciente inglés (con una secuencia maravillosa donde se enseñan dichos frescos de una manera genial)

Romualdo no paraba. Jamás se asentó demasiado en un lugar y tras fundar su monasterio en Arezzo se hizo itinerante y fue fundando más asentamientos camaldunenses por toda Italia.

Tuvo una visión de unos monjes subiendo una escalera con vestidura blanca y al día siguiente cambió el hábito negro benedictino por el blanco. Oye, no sé, no pensó que tenían que ir por los caminos con ajetreo los camaldunenses o qué, la de lamparones que tenían que tener esos hábitos.

Luego le dio por ir a Hungría porque claro, allí los magiares estaban matando a la gente por propagar la fe cristiana.

«Cómo nos vamos a perder esa fiesta, hermanos» le dijo a su comunidad.

El tema es que se puso pachucho y no pudo ir. Pero los camaldunenses allí estuvieron. Bruno de Querfurt murió mártir de hecho: también es venerado como santo.

San Pedro Damiani también fue de los primeros camaldunenses. Fue también cardenal. Escribió la biografía de San Romualdo y colaboró, y mucho, en la reforma de la Iglesia ayudando al futuro papa Gregorio VII. Doctor de la Iglesia también el figura de Pedro Damiani

Sus últimos años hacía milagros con gran humor. Cambiaba caballos por asnos a los nobles porque decía que así se parecían más a Jesucristo, al menos en las formas.

Hay alguna fuente que indica que Romualdo murió con 120 años.

A ver, como hizo un montón de cosas (nos hemos dejado las movidas que tuvo para implantar la rigidez de su orden, cuando murió rebajaron su dureza) puede parecer que tuvieron que ser muchos años.

Pero no 120.

Creemos que murió en el 1027, un 19 de junio. Había pedido que le dejaran en su celdica que ya le había susurrado el Espíritu Santo cuando iba a pasar al Padre.

Dos monjes lo encontraron y lo enterraron. Cuando en 1595, en pleno proceso de canonización, Clemente VIII fue a abrir su tumba vio que el cuerpo seguía como nuevo.

Cuando se corrió la voz unos ladrones quisieron robar tan valiosa reliquia pero al hacerlo el cuerpo se hizo polvo.

San Romualdo, santo y maestro de muchos santos, tuvo sorpresas hasta cinco siglos después de morir.

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Aquí en Camaldoli siguen viviendo hoy día los herederos de San Romualdo. Sus celdas son pequeñas, frías y muy austeras pero tienen todas un jardincillo; desde allí observan el mundo

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