31 de julio: San Ignacio de Loyola

A mi padre

Yo no sé si sabéis que San Ignacio de Loyola era cojo. O que todo el mundo le llamaba por su nombre vasco: Íñigo. Quizá tampoco que antes de su conversión, y defendiendo Pamplona como soldado, luchó contra los hermanos mayores de San Francisco Javier, su futuro amigo y compañero.

Todo esto igual se desconoce. Pero hay personajes como San Ignacio que pueden prescindir de detalles tan jugosos como esos y permanecer igual de resplandecientes.

Son la élite de los santos.

Y no hay que ser noble, ni rico, ni poderoso para figurar en la lista.

Es un poco lo que llevó a Dom Jean Baptiste Porion, cartujo de Valsainte, a decir: «La humildad más grande es la de aceptar ser Dios». Ser glorioso de acuerdo con los planes de Dios para conmigo.

Santuario de Loyola - Wikipedia, la enciclopedia libre
San Ignacio nace, obviamente, en en castillo de Loyola (actual Guipúzcoa). Hoy, en aquel lugar, hay un santuario-basílica chiquitito como veis obra de Carlo Fontana

Íñigo vive hasta los 30 años como un señorito, que es lo que era por otra parte. 30 tacos de los de antes, de cuando a esa edad ya se era padre cinco o seis veces, posiblemente estuvieras cerca de morir por lo que fuera y ya tenías que tener las cosas claras.

Pero esos supuestos no eran los de nuestro protagonista, que era enamoradizo, le gustaba guerrear y no tenía demasiados planes definidos.

Pero en 1521 le hieren la pierna, tiene que permanecer obligatoriamente en cama un buen tiempo, lee una vida de Cristo y otras de otros santos (pero porque no tenía libros de caballerías, no os penséis), se le aparece la Virgen, por lo que entiende que tiene que hacer una peregrinación a un santuario mariano, empieza a rezar de una manera muy particular (lo que será el comienzo de sus famosos Ejercicios Espirituales), emprende peregrinaciones que son fallidas y decide, a sus ya treintaypico de años ponerse a estudiar Teología.

Digamos que en 2-3 años condensó más vivencias que en toda su vida anterior.

Misteriosamente era un hombre nuevo.

Acabará en París, en La Sorbona, la Hardvard de entonces, donde se hará con una camarilla de fieles que serán posteriormente los fundadores de la Compañía de Jesús

Repasemos sus amigos en París. No, no eran Ettiene, Jean Philippe o Gaston.

Eran todos españoles: Francisco Javier, Pedro Fabro, Alfonso Salmerón, Diego Laínez, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues (bueno, este era portugués, pero en esa época Portugal era prácticamente España).

 

Los Fundadores de la Compañía de Jesús - www.catholic-television.com
Aquí tenéis sus cromos: San Ignacio in the middle

No eran ni curas. Les debían echar unas regañinas de aúpa en La Sorbona. Y además, sin consultar ni nada, se ofrecieron al Papa para que les utilizara como bien dispusiera.

Ignacio era un rebelde. Ríete tú de los líos del París del 68.

«Íñigo López de Loyola, no puede usted continuar con esta actitud. Tengo a varios estudiantes que próximamente serán sacerdotes haciendo votos de pobreza, castidad y obediencia y hablando de no sé qué ejercicios espirituales. ¿Pero esto qué es?». Estas cosas le decía el doctor Guvea, rector de la universidad, que incluso le mandó azotar.

Pero el papa Pablo III ya tenía noticias de ellos y en un viaje que hicieron a Venecia les dio permiso para que cualquier obispo les hiciese sacerdotes.

Así que ni París ni leches. Se hicieron ordenar todos por la zona. Era 1538 e Ignacio dio su primera misa el día de Navidad.

Basilica Santa Maria Maggiore. – Venezia e il Veneto
Aquí dio su primera misa San Ignacio: en Santa María Maggiore, en Venecia. No está mal el sitio

A Pablo III estos recién ordenados sacerdotes, y especialmente Ignacio, le cayeron bien desde el principio.

A ver, Pablo III fue un papa que tenía hijos y todo. Era de una de las familias más pijas de Roma (los Farnesio) y bueno, era un poco nepotista. ¿Esto qué es? Pues os lo explico con un ejemplo: lo primero que hizo nada más ser nombrado papa fue hacer obispos a sus dos nietos, Guido Ascanio Sforza y Alejandro Farnesio, de 14 y 16 años respectivamente.

Para qué comento estas cosas, me diréis. Pues porque Ignacio y sus amigos también eran de buena familia. Al papa le convenía llevarse bien con estas gentes. Yo no hago la historia de la Iglesia, ya sabemos todos quién la hace.

Palais Farnese.jpg
Palacio Farnesio (1512), en Roma, hoy la embajada francesa en Italia. Este era el nivel

Bueno, nos olvidamos de Íñigo, que ya empieza a ser más Ignacio, porque latiniza su nombre vascuence, y empieza a firmar sus cartas y escritos así. Ignacio significa «ardiente» y bueno, ardiente es un diminutivo para definir lo a tope que estaba el tío por esta época.

En 1540, y tras una aparición de Cristo cargado con la cruz como prefigurando lo que le estaba por venir, Ignacio pide permiso para fundar la Compañía de Jesús, cosa que se acepta, y así queda instituida la orden de los jesuitas, aunque jesuitas, al principio, les llamaban los que les veían con malos ojos en plan mofa.

Les encargan de todo: catequizar, dar clases, ser rectores de universidades, predicar por todo el mundo y misiones que antes nadie quería.

Ignacio pasará todo el resto de su vida en Roma dedicado a la Compañía de Jesús, sus aventuras fueron los desvelos por esta misión que le puso el Señor en las manos.

Moriría súbitamente en 1556, sin recibir ni siquiera los sacramentos propios del momento.

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Podríamos hablar de San Ignacio hasta el infinito. Pero lo que de verdad queda de él, además de un montón de arte barroco en Roma, es una misión que cambió en el momento de la Reforma luterana la vida de los católicos en todo el mundo.

Si es uno de los personajes históricos más importantes del S. XVI pues decirlo no está de más.

Igual somos católicos porque existió alguien como San Ignacio, bautizado Íñigo, al que sus amigos, de niño, decían Iñaki.

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