Hoy hemos comenzado la Semana de las Semanas. Se nos han entregado las palmas y los ramos y, por las calles, hemos ido acompañando a Jesús al grito de «¡Hossana al Hijo de David!».
El Domingo de Ramos nos introduce así en la contemplación del Misterio de la Redención.
He querido señalar la palabra «contemplación» porque a veces tengo la sensación de que afrontamos la Semana Santa más como un reto a alcanzar que como un memorial de victoria. Y, por lo general, ésta se convierte en una semana carga de celebraciones, cargada de roces de todos con todos, que estamos deseando que pase porque ‘¡si dura un poco más, me los como a todos!’.
Esto suele ocurrir por el tema que decía de los «retos» o las «metas». Idealizamos la Semana Santa y, al hacerlo, la instrumentalizamos. Acabamos creyendo que nuestro deber es salir de ella ‘mejores personas’.
En mi opinión, la Semana Santa es un «ESCAPARATE UNIVERSAL» que muestra al mundo entero lo grande y bueno que es Dios Padre que ha enviado a Su Hijo al mundo para perdonar nuestros pecados, no para darnos una receta de cómo debemos solucionarlos nosotros. Es también un escaparate universal que anuncia a toda criatura que DIOS AMA A LOS HOMBRES GRATUITAMENTE. La Semana Santa es una semana de contemplación, de vivencialidad. ¡Contempla a Jesús. Vive a Jesús! ¡Deja de mirarte a ti!
Adán y Eva creyeron a Satanás al comienzo de los tiempos. Aceptaron en su interior lo que podríamso llamar «la Duda de la Gratuidad». El Diablo les convenció de que había «letra pequeña» tras el aparente amor gratuito de Dios. En realidad no les quería tanto, sólo les quería para tenerlos como siervos y alimentar falso ego divino. Si Dios realmente quisiera a los hombres gratuitamente, les habría dicho cómo ser dioses, les habría dicho que el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal tenía ese poder. Pero, ¡no! ¡Se lo había ocultado! Dios no quiere iguales, quiere siervos. ¡Su amor ni es gratuito ni incondicional!
El pecado original consistió en creer que podíamos ser ‘dioses’ sin tener relación con el ‘Dios verdadero’ ni ser como el ‘único Dios’. Tan fuerte es la fe en esta mentira que, aunque el Bautismo nos perdone el pecado original… Sus consecuencias perduran, se manifiestan en nuestros actos humanos y religiosos. Actuamos creyendo que debemos ‘ganarnos’ a Dios mediante méritos, debemos ‘alcanzarle’ por la práctica de virtudes. Debemos esforzarnos, con el fin de demostrar a Dios que merecemos ser amados por Él, que merecemos ser recompensados por ‘el servicio que le prestamos’.
Ante esta mentalidad ‘pseudocristiana’, arcaica y maloliente, aparece hoy Jesús, entrando en Jerusalén. La Ciudad de David. La Ciudad Adultera, que alberga en su interior un templo que se ha convertido en ‘cueva de ladrones’, en el lugar de ‘compraventa de gracias divinas’ por excelencia.
Pero Jesús no viene a decirle a Jerusalén ni a sus habitantes lo que ‘tienen que hacer’, ¡viene a hacerlo Él! ¡Sin pedir cuentas! ¡Si echar en cara! Viene a dar su vida… viene a DARNOS SU VIDA.
¿Comprendéis lo que esto significa? Jesús viene a destruir la mentira de Satanás, el eco que nos dice que Dios no nos ama gratuitamente… aparece Jesús y desde la cruz gritará:
«¡MIRA CÓMO TE AMO! ¡MIRA HASTA DÓNDE TE AMO! ¿QUIÉN TE AMA ASÍ?»
Piénsalo detenidamente: ¿qué obras has practicado para merecer que Jesús se deje asesinar por ti? ¿Qué virtudes has practicado para que Dios Padre tomara la decisión de enviar a Su Hijo para ti? ¿Qué méritos habías acumulado? ¿Qué promesas le habías hecho? ¿Cuántos compromisos habías cumplido?
¡NI SIQUIERA HABÍAS NACIDO!
Déjate de cuentos ni de querer seguir al Señor con tus compromisos y méritos vacíos. ¿No ves que los mismos que hoy gritan «Hossanna al Hijo de David» son los que el viernes gritarán «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». ¿Acaso crees que tú no estarás entre ellos?
Disfruta de la contemplación de tu Rey que entra hoy dentro de ti… no para darte instrucciones sobre como puedes superar tus propios defectos y pecados. Jesús entra hoy dentro de ti, Jerusalén; dentro de ti, fulanito… se dirige hacia lo más profundo de ti, hacia el Templo, esperando ser capturado por ti, ser escupido por ti, ser latigado por ti, esperando que le dejes de una vez tu Cruz, dejando de creer que tú puedes con ella y le crucifiques en lo más alto del Gólgota, en lo más alto de la Calavera, es decir, en la cumbre del poder de la muerte que hay en ti.
Contémplale entrando sin miedo. Sabe lo que va a ocurrir, pero entra contento, agradecido, deseoso de hacer la voluntad de Su Padre. Porque no lo olvides:
DIOS PADRE TE AMA GRATUITAMENTE, (sin letra pequeña).
Lo dejo aquí, en la entrada a Jerusalén. Iré escribiendo según vayamos acompañando a Jesús durante la Semana de la Contemplación.
¡Feliz Semana Santa!