¡¡Feliz Navidad a todos!! Que el Señor, naciendo en nosotros, nos bendiga y nos guarde siempre en Su Presencia.
Misa del Gallo
Ayer, durante la tradicional Misa del Gallo, presidida por nuestro párroco D. Jorge, acompañado del P. Giacomo y del P. Yves y celebrada con verdadera solemnidad, nuestro párroco nos invito a dejar nacer a Cristo en nuestro corazón. Un corazón que, como hace 2020 años, «es un pesebre, es una cueva, es un lugar pobre». Sin embargo, lo importante no es la indignidad de nuestro corazón, sino «descubrir que el Señor, hoy, se abaja a cada uno de nosotros, a nuestra pobreza; para elevarnos y hacernos verdaderos hijos de Dios».
D. Jorge se refería con cariño a las palabras del Santo Padre Francisco, pronunciadas durante la misa de la vigilia de Navidad en San Pedro, «el Papa Francisco, en este día (que ha sido preciosísimo), en la misa de la vigilia de Navidad, hablaba del «para». Decía: el Señor se ha hecho carne para salvarnos, para llenarnos de su amor, para que hoy podamos experimentar la gracia de ser hijos de Dios». Nuestro párroco nos invitaba, así, a «poner hoy puntos suspensivos» en este «para» y preguntarnos: «¿Para qué necesitas tú hoy que Cristo se haga carne? ¿Cuál es la necesidad de tu corazón? ¿Cuáles son tus anhelos? ¿Qué es lo que realmente tu corazón está clamando a Cristo? Hoy, mirar la debilidad de este Niño, la pequeñez de Dios que se hace hombre, nos hace comprobar que Él quiere necesitar de ti, quiere que le cuides, que le mimes, que le arrulles, que le mezas en tus brazos. Cristo, el Señor, nos llama a cada uno de nosotros en esta noche a descubrir que, en lo pequeño, lo insignificante, ¡en un bebé! Nace la Gloria de Dios, nace la Salvación de los hombres, nace la Esperanza de que tu corazón, y el mío, camina hacia la Salvación. Por eso, hermanos, yo os invito a la alegría, ¡al gozo! Aunque es verdad que las noches de la vida nos atenazan muchas veces, ¡la Luz de Cristo es mucho más fuerte! Y esta Luz de Cristo viene hoy a nuestros corazones para disipar las tinieblas, y hacer que surja una esperanza en este mundo. Esta Luz que hoy cogemos de Belén, la «Casa del Pan»… no por casualidad Cristo quiso nacer en Belén, «casa del pan», tan unido a la Eucaristía… Cristo ya desde bebé nos está diciendo: «me convierto en alimento para ti… mi Cuerpo entregado por la salvación del mundo». Este Cuerpo de Cristo que se nos entrega hoy, acojámoslo en nuestro corazón para que podamos llevar un poquito de esperanza, un poquito de amor, un poquito de consuelo de parte del Señor a este mundo y a esta sociedad […] Que tú y yo», finalizaba D. Jorge su homilía, «como heraldos del Evangelio y unidos a Cristo, el Dios que se hace hombre, podamos llevar la salvación al corazón de todos los que nos rodean».
Misa Solemne de Navidad
De la misma manera, el P. Giacomo, hoy, en su homilía de la Misa Solemne, nos anunciaba con alegría que «Dios, como hemos escuchado en el Evangelio, se hace carne, toma su morada en medio de nosotros». De esta manera, «vemos como Dios se despoja de su «ser Dios» para revestirse de nuestra humanidad, de nuestra condición humana, de nuestra humildad… Esta kenosis (es decir, «anonadamiento») de Dios, en Cristo, toma todo lo que es el hombre […] toma sobre sí nuestro pecado para darnos la salvación […]. En Cristo, podemos aprender quiénes somos nosotros, quiénes estamos llamados a ser, cómo tenemos que vivir y actuar en Jesucristo, Dios y hombre verdadero».
Nos invita el P. Giacomo a «ver realmente este don tan grande que nos hace Dios de sí mismo, cómo se entrega a los hombres para darnos la salvación», de manera que «nosotros, siguiendo su ejemplo», podamos descubrir el «llamado a servir, a entregarnos a Dios y a los hombres; porque en el servicio, en el amor mutuo entre nosotros, estamos amando a Dios y hacemos ver al mundo qué es «el ser cristianos»: el amor, la comunión que debe darse entre nosotros».
Esto nos debe llevar a «tener este corazón agradecido a Dios, mirando lo que ha hecho por nosotros, para salvarnos. […] Cómo se abajó, cómo se hizo hombre para nosotros, para darnos esta salvación, para darnos vida… y Vida Eterna. Como decía el salmo, que hemos cantado juntos: «los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios» (Sal 97, 3). […] Este niño tan pequeño y tan frágil es la Salvación, es tu Salvación. En los iconos, este pesebre es dibujado igual la tumba del Señor, porque para eso ha venido al mundo. En la tradición oriental lo ponen tan claro [ver pesebre de Cristo en la imagen anterior]: el pesebre donde está el Niño Jesús, es igual que la tumba vacía de la resurrección. Nos ponen de manifiesto que no ha venido por otro motivo, sino para darnos la Salvación; y esta Salvación llega a nosotros, pasando por la muerte, la muerte de Cristo, por su Pasión, Cruz y Resurrección. Por eso, […] igual que se hizo hombre en el vientre de la Virgen María, que eso pueda acontecer en nosotros hoy, que Él pueda hacerse carne en nuestra vida».
En el Evangelio de hoy (Jn 1, 1-18), continúa el padre, «hemos escuchado muy bien cómo la Luz ha venido al mundo pero, aún así, no ha sido recibida. Ha venido a los suyos, pero los suyos no la han recibido… a este Verbo de Dios, Jesucristo. Y es lo mismo que sigue pasando hoy. ¿Cristo está presente? Sí, pero la mayoría de la gente no lo recibe. […] Incluso nosotros», recuerda Giacomo dirigiéndose a los que participan en la Santa Misa, «con nuestras debilidades y pecados, en momentos concretos, también rechazamos a Cristo por el pecado. Pero, Él nos da la gracia de experimentar su misericordia, de poder arrepentirnos para poder volver a Él. Por eso, que esto que celebramos hoy sea siempre nuestro deseo: que Cristo nazca en nosotros, que se haga carne en nosotros para acogerle, para acoger su Palabra».
Y, no sólo nacer, nos recordará Giacomo, sino que también «pueda permanecer y crecer en nosotros, así como la fe crece en nosotros, hasta transformarse en una fe adulta». No se trata de exigencias moralistas, como nos advierte Giacomo, sino que «todo esto hay que experimentarlo en nuestra vida», el Cristianismo, el Catolicismo, «no es simplemente una doctrina o una religión que tenemos que cumplir, aprendernos las cosas, cumplir las normas; sino que el Cristianismo es encontrarse con Jesucristo en nuestra vida, con Jesucristo que está vivo; que ha venido a nuestra vida para darnos Vida Eterna, para darnos la alegría».
«En los días de Navidad», continúa, «se subraya este aspecto de la alegría, de que viene el Salvador, el Mesías. Una alegría que no procede del mundo, ni de las cosas materiales», refiriéndose a la situación que estamos viviendo en la sociedad española, «tan complicada y difícil, con leyes que se están aprobando en contra de la vida, el coronavirus, la muerte, las consecuencias de la situación económica de precariedad. Frente a todo esto, quien nos da la alegría, no es lo material, sino Jesucristo que nace hoy en nosotros, en ti y en mí. Aunque humanamente todo nos vaya mal, nosotros realmente estamos contentos, alegres, porque tenemos a Cristo que, sabemos, es lo más importante, lo principal en nuestra vida, el único que nos da alegría, que nos da el poder estar bien en cualquier situación en la que nos encontremos porque Le tenemos a Él, la Alegría, es la Vida misma».
«Dios, que se ha hecho hombre en nosotros, ¡quiere permanecer en nosotros! Por eso, queridos hermanos, a la luz de esta Palabra que hemos escuchado en este día de Navidad, deseemos que Cristo, que Dios, que ha hecho su morada en medio de nosotros, que ha puesto su tienda en nosotros, pueda permanecer; que Su Presencia (la Morada, la Tienda era el signo de la Presencia de Dios para el pueblo de Israel), igual hoy, sea para nosotros signo de la Presencia del Señor en nuestra vida». Finaliza el P. Giacomo recordándonos que Jesús es «el único que nos llena y da plenitud a nuestra vida».