David Salaverría Irene, Ágape y Quionia eran hermanas y residentes en la Tesalónica del s. IV
La cosa para los cristianos estaba bastante fea en esos momentos: gobernaba el emperador Diocleciano, un maniaco enfermo que acabó suicidándose y que realizó hasta cuatro edictos para perseguir a los cristianos por todo el Imperio.
Por supuesto no faltaban “pelotas profesionales” en las ciudades más importantes; uno de ellos fue Dulcecio, gobernador de Tesalónica, que acogió con regocijo el culto único a Júpiter que promulgó Diocleciano.
Tesalónica formaba parte de Macedonia, país donde han nacido personajes tan importantes para la Historia como Alejandro Magno, Aristóteles, Teresa de Calcuta o Enis Bardhi, el futbolista con más clase de Primera División.
Tesalónica es famosa por, no una, sino dos cartas que escribió San Pablo a la comunidad cristiana de esta ciudad: se dice que, con casi toda seguridad, son los escritos más antiguos de todo el Nuevo Testamento.
Pero nos habíamos dejado a las hermanas en plena persecución.
Dulcecio, que ya hay que ser mentecato en pleno s. IV, había declarado el culto único a Júpiter y otros diosecillos de tres al cuarto.
A Irene, que era la pequeña, Agape y Quionia la comunidad cristiana les había encargado custodiar, y por lo tanto esconder, los libros sagrados con los que contaban para la liturgia: esto no se lo dejaban al primero que pasaba por ahí.
Por lo tanto podemos deducir que eran listérrimas.
Las pillaron a ellas… pero no a los libros sagrados.
Se conservan unas actas del interrogatorio a las hermanas en las que, como era de esperar, el gobernador queda a la altura del betún al lado de estas extraordinarias hermanas.
Podemos imaginar algo así:
- Dulcecio: ¿Dónde están esos libros?
- Hermanas: ¿Pero sabe usted leer?
- Dulcecio: ¿De dónde habéis sacado estas ideas tan raras?
- Hermanas: De nuestro Señor Jesucristo.
- Dulcecio: Sacrificar a los dioses algo al menos.
- Hermanas: Creemos en un Dios vivo, no hay color con esas estatuas.
- Dulcecio: Pues a la hoguera que vais.
Y quemó vivas a Ágape y a Quionia antes que a Irene para ver si presionando a la pequeña conseguía su objetivo.
Por eso su santo se celebra el 1 de abril, días antes del de su hermana.
Irene no dijo ni una palabra, en realidad ya estaba todo dicho, así que Dulcecio sacó el psicópata que llevaba dentro.
En realidad, sí que dijo algo. Dijo que no había habido una sola noche que ella y sus hermanas no hubiesen leído dichos libros.
Para humillarla, Dulcecio, la depositó en un burdel… pero algo había en su rostro que hacía que ningún hombre se le acercase.
Luego probó con la hoguera, obligándola a tirarse ella misma… pero obviamente Irene estaba hecha de otra pasta.
Se estaba poniendo ya nerviosito el gobernador, así que decidió degollar a la joven con una flecha (así de pirao estaba).
Muchos de esos libros sagrados no aparecieron.
ASÍ MATÓ DULCECIO A LA PAZ (IRENE), EL AMOR (AGAPE) Y A LA PUREZA (QUIONIA)
Pues eso es lo que significan sus nombres en griego.
Santa Irene es además megalomártir: esto quiere decir que la celebramos tanto los católicos como los ortodoxos.
Desde el s. V se la honra: la primera vez que se celebró su fiesta fue en la Basílica de Santa Sofía, en Constantinopla, uno de los edificios más bellos del mundo.
Además, Santa Irene, inspiró a todos esos monjes que, cerquita de Tesalónica, se dedicaron en los monasterios de las montañas a escribir y custodiar libros religiosos.
No está nada mal, ¿verdad?
Que buen post!
Como echaba de menos estas narraciones. Gracias