20 de abril: Santa Sara de Antioquía

(A la memoria de Bernardo Noguero)

Al loro que nos toca hablar de Antioquía.

Vamos a dar un dato para saber con quién nos la jugamos hoy: en 2009, mientras se construían los cimientos de un hotel en esta ciudad que ahora es turca, se encontró el mosaico de una pieza más grande del mundo.

Mil y pico metros cuadrados de mosaico romano del s. IV. ¿Cómo te quedas? Y luego al ladito unas termas.

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Los del hotel tontos no fueron: han hecho los accesos, los comedores y algunas habitaciones con vistas a esto

Pero esta introducción sólo era para abrir el apetito. Yo quería hablar primero de Sara, también de su marido Sócrates, y de los dos hijos que tenían. Todos pertenecían a la iglesia clandestina de Antioquía sobre el año 300.

Antioquía, tras Jerusalén, es la segunda iglesia en fundarse. Hablamos además de la cuarta ciudad más grande del Imperio Romano. La había fundado Seleuco I Nicátor, uno de los generales de Alejandro Magno, cuyo tataranieto, Antíoco Epífanes aparece, en plan actuación estelar, profanando el templo de Jerusalén en el libro de los Macabeos.

En fin, que me lío.

Sócrates, el marido de nuestra santa de hoy, era oficial militar destinado en Antioquía a las órdenes de, tachán-tachán, el emperador Diocleciano.

Ya sabemos cómo se las gastaba Diocleciano. En una de las persecuciones de cristianos que promovía como el colmo del progreso le tocó el turno de la purga a Antioquía.

En Antioquía los cristianos primitivos se organizaban mucho en cuevas. En esta se dice que predicaron San Pedro, San Pablo y Bernabé. Casi nada

Bien, el matrimonio de Sócrates y Sara era un matrimonio cristiano. Tenían dos hijos pero por temor a la persecución y, por qué no decirlo, porque Sócrates era un cagaó, no les habían bautizado.

Sara se dijo que eso no podía ser y se enteró de que en Alejandría se estaba pudiendo bautizar sin temor a que le cortaran la cabeza a uno. Ni corta ni perezosa, cogió a sus hijos, se metió en una barcaza y tiró para Alejandría.

Y ahora un clásico: durante la travesía sucedió un tormentón importante. Sara supongo que pensaría: «en qué lío me he metido». Aunque también se puso a rezar a tope.

Entonces, tras la oración, hizo una cosa extraordinaria.

Se hizo una pequeña incisión en el pecho y con la sangre hizo la señal de la cruz en la frente de sus hijos. Después los sumergió en el agua hasta tres veces («en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo») y tras eso la tempestad amainó.

Alejandría, una sorpresa egipcia
Alejandría, ciudad de vacaciones

Ya en Alejandría pues Sara a buscar bautizar a sus hijos.

No sabía que ya lo había hecho ella porque desconocía las fórmulas y demás.

Fue a dar con el obispo, Pedro, pero sucedió que al acercarse a la pila bautismal esta se secó. Pedro ojiplático.

«¿Qué ha pasado aquí?». Y entonces Sara le contó el viaje.

El obispo determinó que el bautismo que había administrado Sara en altamar era totalmente válido y que por eso pasaba lo le pasaba en Alejandría, que repetir una cosa que se había hecho tan tan bien pues que no tenía ningún sentido.

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El pelícano es un antiguo símbolo cristiano que tiene actualidad: la madre de los pelícanos alimenta a sus crías haciéndose una incisión en el pecho

Sara contentísima volvió a Antioquía con sus hijos, diciéndose para sí: «cuando se lo cuente a Sócrates seguro que vuelve a creer».

Pero ya hemos visto que Sócrates era un poco meh… Cuando su mujer le contó el increíble milagro, y viendo que iban a ascender a oficiales dentro de poco, pensó que iba a hacer méritos ante Diocleciano, y no ante Dios.

«Mi señor, que mi mujer se ha vuelto loca y ha bautizado a nuestros hijos en el mar«. Y a Diocleciano pues se la dejaron botando. «A la hoguera con ellos». Y así pasó.

Sara y sus hijos murieron mártires de esta manera. Era más bruto que un arao Diocleciano.

En fin, fue en la sinagoga de Antioquía donde San Pablo dijo: “Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

También se cree que el evangelio de Mateo se escribió tras la destrucción del templo para la comunidad cristiana de Antioquía, que al final, somos todos los cristianos.

Porque además fue en esta ciudad, según los Hechos de los Apóstoles, donde se utilizó por primera vez la palabra «cristiano» para referirse a los seguidores de Cristo.

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La hospitalidad de Abraham, Rublev (s. XIV)

Sara, que significa en hebreo «la que es una princesa», junto con su homónima del Génesis, creyó en la promesa de Dios. Creyeron a su manera, haciendo quizá cosas raras e imposibles. Pero ganando ambas la vida eterna.

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