29 de abril: Santa Catalina de Siena

Para casi finalizar abril tenemos a una de las más grandes: Santa Catalina de Siena.

No se me ocurre santa más importante en el mes de abril, la verdad.

Existen cuatro doctoras de la Iglesia: Santa Catalina es una de ellas. También hay seis patronos de Europa: nuestra Catalina sigue estando en la alineación titular. De Italia solamente hay dos patronos: San Francisco de Asís y ella. En Siena, no tiene rival. No hay más preguntas, señoría.

Madres y doctoras de la Iglesia | El Catolicismo
Doctoras de la Iglesia: Santa Hildegarda de Bingen, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Jesús y Santa Teresita de Lisieux. Equipazo

Contar la vida de Santa Catalina requeriría de varios días así que vamos a aligerar y a concretar.

Digamos que nace en 1347, el año de la llegada de la peste negra a Europa. Fue la penúltima de veinticinco hermanos. Su padre era tintorero y su madre, hija de un poetilla local. Con un pan bajo el brazo no llegó precisamente.

Como cualquiera puede imaginar, Catalina no estaba destinada en principio a ser todo lo que luego fue.

Tuvo una vida brevísima pero a la vez de una intensidad que a mí me da vértigo: es de no creer todo lo que hizo o le sucedió. Una cosa muy loca.

Con 6 años tuvo su primera visión, con 12 dijo que nunca jamás se casaría y con 18 se hizo dominica de la Orden Terciaria.

Sus padres estaban un poco mosqueados porque, a ver, que tu hija sea monja vale pero que tenga visiones, se rape ella misma el pelo y sea la comidilla de toda Siena pues como que no.

«¿Por qué esta chica no puede ser más normalita como su hermana Buenaventura?» decía su padre.

«Pero esta flipada de qué va, ¿quién se cree?». Esto era «trending topic» en la Siena de la época.

«La llamada de Santa Catalina de Siena» de Pedro Romana

Faltaba, como siempre, todo lo mejor.

Durante los carnavales de 1366 recibió otra visión, esta vez era Cristo, acompañado de su madre la Virgen, que mientras oraba en la basílica de Santo Domingo se le apareció y le dijo algo así como: «Catalina, ya sé que has dicho que no te ibas a casar nunca pero bueno, a ver cómo te lo digo, yo te he traído este anillo porque quiero que seas mi esposa».

Entonces, ahí ya sí, Catalina empezó a ser Santa Catalina de Siena.

Con ese hilo directo con Cristo pues imaginad el panorama; no había nada que dijese Catalina y que no fuera tratado como revelación divina. Más que nada porque todo se cumplía.

Comenzó con una actividad frenética en el cuidado de los pobres, de los enfermos de la peste y demás.

Además, las visiones místicas que tenía ya no eran una cosa que ella solamente veía. Hay testimonios numerosos de gente que la vio en estos trances. No es fácil ser místico: estás tomando un café, conversando con tus amigos, y «pumba». O rezando con todas las hermanas y de repente ves que te elevas.

Esto le trajo persecución, sobre todo del «demoño», que le sugería imágenes subiditas de tono como para decirla «mira lo que te estás perdiendo».

Sábado, 29 De Abril
Por supuesto, como buena mística, no le faltaron los estigmas

En fin, su fama era tan grande que empezó a cartearse con el Papa del momento: Gregorio XI.

(A todo esto, no os lo he dicho todavía pero Santa Catalina nunca aprendió a leer y a escribir, todo lo que escribió, que no fue poco y además, según especialistas, es de una calidad excepcional -no cualquiera llega a ser doctor de la Iglesia- fueron cosas que dictaba a hermanas que le hacían este trabajo).

El papa tenía un lío importante por varios frentes: por un lado llevaban los papas más de setenta años en Avignon sin estar donde debían estar; en Roma. Además se le habían rebelado las ciudades de la Toscana y habían creado una Liga contra la Santa Sede. Cómo tenía que estar el panorama para crear una Liga contra el Papa.

A Catalina le tocó ir a Avignon, a cantar las cuarenta a unos y a otros, en plan mediadora pero a su manera:

«Hermanos: hay una peste que asola Europa, sois ricos como epulones, unos lleváis fuera de donde tenéis que estar la tira de años y los otros osáis desafiar al Vicario de Cristo en la tierra. ¡Cada uno a su casa!»

Y así fue: Gregorio XI tiró para Roma y la Liga se disolvió.

«Catalina ante el Papa en Avignon» de Giovanni di Paolo (1460)

No todo fue así de sencillo, claro que no, de hecho, el sucesor de Gregorio XI, Urbano VI, volvió a tener lío y decidió llevarse a Catalina a Roma para que le aconsejase otra vez, porque aquello era un sindiós.

Qué follones la Iglesia de aquella época.

«Catalina, chica, que los cardenales franceses dicen que si no vuelvo a Avignon me la arman, ¿qué hago?». Urbano era un poco así, botarate. «Pero vamos a ver, Su santidad, yo creo que está clarísimo: en Roma hay que quedarse y que se arme la que se tenga que armar». Catalina lo tenía bastante claro.

Tanto ajetreo le dejó la salud a Catalina bastante regular. El 21 de abril de 1380, en Roma, donde se había establecido por petición del Papa, tuvo una extraña visión y le dio un ataque de apoplejía que la dejó sin movilidad de cintura para abajo. Ocho días después, el 29 de abril, moría en una sala de la iglesia de Santa María sopra Minerva.

Tenía 33 años: la edad a la que también murió su esposo, Cristo.

Siglos Curiosos: Las anécdotas de Santa Maria sopra Minerva.
Santa María sopra Minerva es una iglesia curiosísima: está construida sobre un templo romano a la diosa Minerva y tiene este obelisco egipcio sostenido por un elefante (símbolo de la castidad porque es un animal que se aparea una vez al año).

Está enterrada en esta iglesia.

Cristo de la Minerva, de Miguel Ángel. | Observando el paraíso
Dentro de la iglesia, por ejemplo, hay un Cristo redentor de Miguel Ángel, poca broma.

Bueno, a ver cómo lo explico, su cuerpo sí. Su cabeza está en Siena, en el convento de las dominicas que hoy día lleva su nombre.

Su cabeza incorrupta quiero decir. Buscadla en google si os da por ahí.

Hay un pie también en una iglesia de Venecia. En fin, cosas que pasan.

En otros santos podéis tener dudas de ciertas cosas porque no hay mucha ciencia en el asunto, se trata de un tema de fe.

Con Santa Catalina es diferente: fue archiconocida en vida, seguidísima por un montón de gente importante, reformadora de órdenes y de costumbres eclesiales y muchas cosas cosas más.

Quiero decir que hay muchísima documentación; su confesor escribió su biografía más completa y después hubo otra poco después.

Se conservan sus cartas y el «Diálogo de la Divina Providencia» que escribió dictándolo en éxtasis durante cinco días en una de sus visiones. Muchísimos estudiosos le han dado vueltas y más vueltas a su extraordinaria obra y a su increíble vida. Todavía siguen ahí.

En fin, por todo esto que he contado y por mucho más que me dejo, hay pocas santas que congreguen tanta chicha como Santa Catalina de Siena.

«Por misericordia nos has lavado en la Sangre, por misericordia quisiste conversar con las criaturas. ¡Oh Loco de amor! ¡No te bastó encarnarte, sino que quisiste también morir! (…) ¡Oh misericordia! El corazón se me ahoga al pensar en ti: a dondequiera que me vuelva a pensar, no encuentro sino misericordia»

Diálogo de la Divina Providencia
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Otro día ya vemos Siena, que hoy ha sido imposible, porque hablar de Santa Catalina y no hablar de Siena…

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