A San Eleuterio le conocemos porque era amiguísimo del papa San Gregorio Magno.
Osea, de Gregorio hay que hablar un día de estos, pero que un hombre que fue Papa, prefecto de Roma, Doctor de la Iglesia, inventor del canto gregoriano y, en definitiva, un tipo al que apodan Magno, te considere su mejor amigo no es poca cosa.
«Era tanta su virtud que con su oración resucitó un muerto una vez» dijo San Gregorio de él.
Y además le reconoce, que cuando ya los dos bastante eran ancianitos, le ayudó a sobrellevar el ayuno de un Sábado Santo en el que las fuerzas de todo un papa magno se desvanecían ansiando un caldito con pollo.
San Eleuterio le bendijo y ya no hubo gula en el pensamiento de Gregorio, que, por otro lado, tenía fama de glotón. Nadie es perfecto.
La época de Eleuterio es compleja. La península italiana está bajo el dominio claro de los lombardos, un pueblo bárbaro que vino a establecerse en la zona en el año 568 por medio de su rey, Aldoíno, que se había casado con la hija del rey Cunimundo, Rosalinda, y que por lo tanto contaba con un ejército importante.
Aldoíno y Rosalinda tendrán una hija llamada Rodelinda que inspirará a Händel una ópera con ese nombre contando su historia.
Después de estas estupendas ideas para nombres de hijos continuamos: Aldoíno estableció su capital en Pavía y fundó los ducados de Spoleto y Benevento (que no Benavente).
Spoleto era una antiquísima ciudad con una colocación en el centro de Italia perfecta para los intereses de los lombardos de aislar la ciudad de Rávena, que eran los resquicios de imperio romano que quedaban por la zona.
Spoleto, por lo tanto, se hizo muy importante.
Los lombardos eran, o paganos adoradores de Odín o herejes arrianos. Luego mejorarían y empezarían a bautizarse como Dios manda pero en un principio es lo que había.
Eleuterio era abad del convento de San Marcos, hoy en día extinto, y como sabemos amigo personal del papa Gregorio, así que él siguió a lo suyo.
«Herejes, más que herejes. Si al menos os convirtierais a la verdadera fe pues no os daría tanto pal pelo en mis homilías» les decía.
Lo cierto es que, por su fama de milagrero y porque se respetaba bastante a San Gregorio Magno, a Eleuterio no le tocaron ni un pelo. Jugaba con red en bueno de Eleuterio.
San Eleuterio, de todos modos, tenía sus defectillos.
Su soberbia era importante. A ver, que alguien al que el Espíritu Santo le susurra cosas y le permite hacer milagros bastante locos pues que se le suba a la cabeza un poco lo que demuestra es que Eleuterio era humano.
Un día de esos le trajeron a un niño unas monjas diciendo que estaba endemoniaó.
«Padre Eleuterio, que a este niño le dan unos ataques tremendos de ira y de decir cosas muy feas y nos tiene el convento envalentonado. Creemos que es cosa del diablo porque ya nos dirá usted» le dijeron las monjas bastante asustadas.
«Dejádmelo aquí unos diítas» fueron las palabras del abad.
Tras varios días en el convento de San Marcos el niño estaba tan pichi, incluso rezando maitines con los monjes.
Eleuterio, crecidito, comentaba por el claustro: «Satanás se burlaba de las monjas pero aquí en mis dominios no se atreve». Y los monjes que si jiji, que si jojo. «Cómo es este abad nuestro…» comentaban.
Pero casi inmediatamente después de ocurrir esto al niño le empezaron a dar convulsiones y a insultar a todos los monjes, a Eleuterio al que más, por lo que nuestro santo aprendió una valiosa lección de humildad.
Puso a todos los monjes en oración, ayuno y penitencia para que el demoño saliera del niño y hasta que no cesó el mal del zagal no se lo devolvió a las monjas.
Que luego el chico se quiso quedar con San Eleuterio, también os lo digo, que se hizo monje de San Marcos.
Como la presión arriana era cada vez más fuerte y San Eleuterio no se callaba y empezaba a estar delicado por al edad, San Gregorio le dijo que se viniese a Roma, cerquita suyo, para terminar allí sus días más tranquilo.
Eleuterio aceptó y casi casi nada más llegar a Roma, y después de algunas conversaciones con el papa, murió.
«Conversó conmigo en Roma, en mi monasterio, donde murió»
Esto último dejó escrito San Gregorio Magno, papa, en sus Diálogos. La última persona que vio con vida a San Eleuterio.
Y poco más, bueno así como propina, el nombre Eleuterio significa en griego «el que se comporta como un hombre libre».
Pues bien, en la cultura popular española del S. XX hubo un personaje (que todavía vive y es abogado) que se llamaba Eleuterio pero al que todo el mundo conoció como El Lute.
El Lute, fue un atracador de joyerías que una vez en la cárcel se hizo famoso por sus fugas constantes. Se puede decir, que de alguna manera, hizo honor a su nombre.
Hasta Sabina le menciona en una de sus canciones Así estoy yo sin ti, comentando «perdido, como un santo sin Paraíso, así estoy yo sin ti… furtivo como El Lute, cuando era El Lute…»
Ahí lo dejamos.