16 de noviembre: Santa Margarita de Escocia

Al morir el rey de Inglaterra, San Eduardo, el Confesor, en el año 1066, sin dejar descendencia, se lío picuda en las islas británicas.

Se nombró rey a su cuñado, Harold II, pero ya me diréis vosotros la legitimidad que tiene nombrar heredero a tu cuñao.

Que me perdone San Eduardo, el Confesor, pero esa no fue su idea más brillante.

Ese mismo año de 1066 invadieron Inglaterra el hermano del difunto rey, Tostig, y las tropas del rey noruego Harald.

Aunque fue un hombre por el que corría sangre vikinga, pero que se había asentado en Normandía, el que se llevaría el gato al agua.

Se llamaba Guillermo, era hijo de una concubina del duque de Normandía, y todo el mundo, después de conquistar para él la corona de Inglaterra, le llamaría Guillermo, el Conquistador.

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En el otro extremo de Europa, concretamente en Hungría, nació una niña a la que llamaron Margarita.

Era nieta de dos santos: este San Eduardo, el Confesor, y San Esteban, rey de Hungría.

A su padre, que también se llamaba Eduardo pero con el sobrenombre de el Exiliado por haber tenido que irse a Hungría a prosperar, le habían llamado para ser el legítimo heredero del trono inglés, pero murió al llegar a Londres.

Después de la batalla de Hastings, donde los normandos se hicieron con el trono, la familia buscó refugio en Escocia.

Es por esa razón, por afianzarse en algún lugar tras dar tantas vueltas y pertenecer a ningún sitio, que a Margarita la prometen con Malcom III, en ese momento rey de Escocia.

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Entonces es a partir de este matrimonio, teóricamente de conveniencia, donde yo veo uno de los milagros vitales de esta santa.

Aliarse con Escocia, siendo familia directa del Confesor, bien podría significar buscar vendetta y recuperar lo que podían pensar que es suyo.

Malcom, que era un simple, fijo que lo pensaba.

Pero no Margarita, que hizo suyo casi mil años antes, el lema de una de las canciones más hermosas de la historia del pop.

«And so, Sally can wait
She knows it’s too late
As we’re walking on by
Her soul slides away
But don’t look back in anger
I heard you say…»

Así que eso, no miro hacia atrás con ira, sino para adelante con esperanza.

De hecho, el lugar por el que entró en Escocia para desposarse con Malcom hoy se llama así: St Margaret’s Hope.

¿El matrimonio? Pues el rey, haciendo de rey.

Y la reina consorte, nuestra Margarita, haciendo todo lo demás.

Ocho hijos tuvieron. «Pues podemos llamar a este Gladion, o a esta Gwendolin» le proponía su marido, que era viudo y del otro matrimonio no había puesto más que nombres gaélicos a sus hijos.

«Malcom, esposo querido, además de que no puede haber nombres más feos tienes que tener en cuenta que soy católica de los pies a la cabeza» respondía Margarita. «A partir de ahora nombres cristianos».

No hubo más que hablar.

St. Margarets Hope, Orkney Photograph by David Lyons
St Margaret’s Hope

De estos ocho hijos hay historias de todo tipo: dos fueron santos y tres reyes de diversos lugares.

El esposo de una de ellas fue Enrique I, hijo de Guillermo, el Conquistador. Atención, atención porque de este linaje procede directamente la familia real inglesa de nuestros días.

Así que no le fue tan mal aquello de ser esposa y madre y dar a sus hijos una educación católica.

¿Cómo se suele decir? Elcientoporuno.

Peter Doig-the architects home in the ravine
La Casa del Arquitecto en el Barranco (1991), por Peter Doig. Parecido a este cuadro es la telaraña de relaciones que fue la vida de Santa Margarita, reina consorte de Escocia

Dedicó su vida a la educación de sus hijos, esmerándose en recordarles de dónde venían y a quién se lo debían todo.

«A papa, al rey de Escocia» le contestaban de niños. «De eso nada, se lo debemos a la GRACIA de Nuestro Señor que no hizo que nos perdiéramos en la codicia y el rencor».

Los niños se quedan con este tipo de coplas para toda la vida.

Además se ocupó de formar a los sacerdotes escoceses porque se encontró cada cosa que mejor no os cuento. Osea que también fue formadora de seminaristas.

Y constructora de orfanatos. Y de hospitales. Y de refugios. Y de…

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Su marido, el rey, se aburría bastante.

Al lado de su mujer parecía un cavernícola. No sabía lo que era una servilleta Malcom III.

Le gustaba lo que a la gente le gustaba en aquella época siendo noble: la caza y la guerra.

Ahora es el fútbol y el tik-tok. Son modas.

En una de estas, se llevó a su hijo Eduardo (que se llamaba así por su abuelo) al sitio del castillo de Aluwick. Fue lo último que hicieron ambos, porque murieron el mismo día y a la misma hora.

A Margarita se lo comunicó otro de sus hijos. Pocos días después, ya muy enferma, murió.

Era el 16 de noviembre del año 1094.

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