Si sales temprano de Madrid por la A-6, hasta llegar a Tordesillas (Valladolid), hazme caso y entra en el pueblo. Busca un sitio para desayunar y pregunta que te indiquen dónde está el Real Monasterio de Santa Clara.
Entra. Contempla el palacio mudéjar, reconvertido luego en monasterio de clarisas, que se hizo construir Pedro I (para unos apodado el Cruel, para otro el Justiciero) y flipa bastante con el artesonado y los baños árabes.
Vuelve a coger el coche y pilla la carretera hacia Medina de Rioseco, a los 20 kilómetros estarás en Torrelobatón (donde rodaron parte de la película mítica de El Cid, con Charlton Heston, en 1961) y allí tira para San Cebrián de Mazote.
En un ratín estarás en esa aldea. No hace falta que preguntes por la iglesia porque la vas a encontrar. No te parecerá gran cosa por fuera, es muy probable que esté cerrada y tengas que pedir la llave a la panadera, pero haz el esfuerzo.
Y disfruta de la iglesia más bella que hay en España.
Si no queréis quedaros toda la mañana contemplando los capiteles en San Cebrián, a 10 kilómetros está el Monasterio de la Santa Espina, construido por Doña Sancha de Castilla en el 1147 y que tiene como reliquia-tesoro una espina de la corona de las mismas con la que crucificaron a Cristo.
Si pasáis por Valverde de Campos saludad de mi parte, porque pasé más de veinte veranos ahí metido.
Luego ya, podéis ir ya a tomar lechazo a Urueña, por ejemplo, que es un pueblo metido dentro de una muralla que tiene 200 habitantes, 5 museos y 11 librerías.
Esto es Castilla. La Vieja. En 20 kilómetros a la redonda hablas de Juana la Loca, Pedro el Cruel, Napoleón, Charlton Heston, de una espina de la corona de Cristo, de románico-lombardo y de San Cipriano.
Porque aquí hemos venido a hablar de San Cipriano. Y de San Cornelio, que fue Papa.
Tiempos convulsos los que les tocaron vivir a San Cornelio y San Cipriano.
También divertidos.
Hoy haremos el puente aéreo Roma-Cartago para unir a estos santos de postín.
Este sucesor del papa Fabián, por si no lo habéis adivinado, fue Cornelio.
Él no quería pero aceptó la sede vacante porque aunque Decio había muerto durante el transcurso de una batalla (el primero que pasó así a la historia) la persecución contra los cristianos continuaba con su sucesor.
Os lo pongo ahora, que luego me olvido; el sucesor fue Treboniano Galo. Si se hubiese llamado algo más normal ni os lo hubiese puesto, pero un Treboniano no se lo encuentra uno todos los días.
Además, Cornelio tenía luchas internas dentro de la propia Iglesia porque había ocurrido una cosa en tiempos de Decio.
Lo que había pasado es que a los cristianos que detenía Decio se les daba la opción de apostatar para salvar el pellejo y la honra delante de sus familias patricias adoradoras de Marte.
Muchos habían realizado esta renuncia y habían sacrificado a los dioses para no morir (ni ellos ni sus familias, pensadlo) y cuando fue elegido Cornelio comenzó un debate interno para ver qué se hacía con estos cristianos que habían apostatado por miedo.
Cornelio pensaría: «no tenemos bastante con que nos persigan y nos denuncien y va el tal Novaciano y se pone exquisito con ciertos temas».
El tal Novaciano defendía que a los apóstatas no se les podía acoger de nuevo en el seno de la Iglesia porque habían cometido un pecado mortal horrendo. «Ah, se siente» decían los novacianistas.
Cornelio era partidario de readmitir a los llamados lapsi, usando de misericordia.
Pero Novaciano gritaba mucho y creía que la Iglesia solamente podían constituirla santos. Santos como él, claro.
Madre mía Novaciano, vaya pedrada que tenías en la cabeza.
Como tenía mucha influencia al ser un eminente teólogo (escribía sus movidas en latín cuando todo el mundo usaba el griego, menudo personaje estaba hecho), Novaciano consiguió el apoyo de tres obispos muy importantes y se proclamó Papa.
Ya teníamos el lío formado.
Cipriano, por su parte, había conocido el Cristianismo por medio de un sacerdote llamado Cecilio en la ciudad de la que hemos hablado otras veces ya, Cartago.
Como era un hombre que valía mucho (ejemplo: todos los días leía a Tertuliano… Tertuliano como escritor de cabecera, ojo) su carrera fue meteórica.
En el año 248 fue proclamado obispo de la diócesis cartaginense.
Y comenzó a repartir estopa hacia todos lados.
Le tuvieron que esconder porque había gritos en las calles durante la persecución de Decio que decían: «Cipriano a los leones».
El obispo Cipriano, como buen converso, tenía una fe inquebrantable por lo que continuó su misión pasando verdaderos peligros y a la vez haciéndose querer por los suyos.
Porque los suyos, o algunos de los suyos, hubiesen preferido de obispo a otro. Para ser exactos a un tipo llamado Felicísimo.
Así que Cipriano también tuvo su cisma, ya que Felicísimo, por no hablar de los romanos, le ponían las cosas imposibles.
Le hicieron huir y todo de su ciudad, porque el linchamiento iba a caer por un lado u otro, y es entonces, en ese momento, cuando sucede la controversia de Novaciano.
Cipriano, como obispo leal a la Iglesia de verdad, se alinea con el Papa legítimo, oseasé, Cornelio.
Si sois inteligentes, cosa que no dudo, deduciréis que Felicísimo se unió al Novaciano´s team.
El obispo de Cartago usó sus contactos en oriente (los que escribían en griego, claro que sí) para que San Dionisio, obispo de Alejandría, y otros más reconocieran a Cornelio como Papa y se dejasen de pamplinas.
Ya no hubo mucho más debate y los novacianistas fueron desapareciendo hasta extinguirse en el S. VII. Luego, una rama de ellos, reapareció en la movida de los cátaros (o puros).
Hemos dejado aparcado a Treboniano Galo, no sé si os acordáis.
Treboniano continuó las persecuciones de Decio, es más las recrudeció.
El papa Cornelio era un proscrito número 1. Estaría en la página web del FBI de aquel momento si hubiese existido ese tema en el S. III.
Así que tardó poco en ser apresado y confinado en Civitavecchia, donde murió en el año 253.
Cipriano, desde Cartago, ý según San Jerónimo, lloró por él.
Porque tendría que ser en el 258, ya con Valeriano de emperador, que el valiente obispo de Cartago, que celosamente defendió la verdadera fe a costa de mucha ingratitud e incomprensión, fuera hecho prisionero y tras un interrogatorio del que se conservan las actas, fuera también decapitado.
San Cornelio y San Cipriano comparten día de conmemoración. Y qué cosa más estupenda que así sea.
Es realizar un reconocimiento a la defensa de una fe que los hombres, propios y ajenos, estaban haciendo tambalear y que solamente la intercesión del Espíritu Santo por medio de otros hombres valientes, justos y misericordiosos pudo mantener a flote.
Si la iglesia de San Cebrián de Mazote existe es por un papa y un obispo que hicieron lo que tenían que hacer.
A mí me vale.