David Salaverría Toca elegir entre tres hoy. Y ya puestos, lo mejor es escoger al que con el día de la consagración de su primera iglesia en la Via Salaria, a seis millas de Roma, pone fecha a la celebración de dicha fiesta de los arcángeles.
Hoy toca San Miguel.
¿Os acordáis de las otras dos catacumbas que vimos?
El Arcángel Miguel es fundamentalísimo.
Quizá tenga una de las misiones más importantes que se le puedan dar a alguien.
En la Edad Media dijeron de él: Michael victoriosus, princeps militiae caelestis, pugnat cum dracone. Osea: el jefe del ejército celestial que venció luchando contra el dragón.
Esto es, contra el demoño. Tela, telita, tela.
San Miguel Arcángel fue, según cuenta el Apocalipsis, quien expulsó del Cielo al DIABLO o SATANÁS arrojándolo a la tierra. Y a sus ángeles con él, que quede clarito esto.
Como tarea no parece cualquier cosa.
Pero es que además Miguel es el ángel protector del pueblo de Dios.
Imaginad el trabajo que da eso. Un pueblo que las lía (y gordas) cada dos por tres.
En el libro de Daniel empezamos a ver por dónde van los tiros con este arcángel.
"No temas, Daniel, porque desde el primer día en que te empeñaste en comprender y en humillarte delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y yo he venido a causa de ellas. El Príncipe del reino de Persia me opuso resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda".
El Príncipe de Persia simboliza a ese SATANÁS que tiraniza y esclaviza al pueblo y Miguel es su justa contraposición: por ello su nombre significa «¿Quién como Dios?» porque el demoño, de toda la vida, ha querido ser precisamente eso.
Con Miguel poca broma. Dios le ha puesto ahí para que nos proteja pero no únicamente dando mandoblazos con su espada (se dice también que fue el que expulsó espada en ristre a Adán y Eva del Paraíso) y su lanza a diablos de todo pelaje.
No.
También es el encargado de conducir las almas al Juicio Final; por ello tiene funciones de psicopompo.
Y cuidado, también es el psicostata, el pesador de almas; aquel que dice qué pesa más en una vida: si los pecados o las buenas obras.
Pero no temáis que Miguel siempre intercede por las almas buenas y es benevolente con las regularcillas.
Si hay que ir a buscar a algún alma descarriada, allá que va.
Hay un apócrifo (la Asunción de Moisés) que relata como es Miguel el que disputa el cuerpo de Moisés al diablo, que se lo quiere llevar para él argumentando que ha matado muchos egipcios.
Si lo hace por Moisés cómo no lo va a hacer por nosotros… vamos, digo yo.
Su culto reemplazó al de las divinidades paganas, al del dios egipcio Anubis y en particular al de Mercurio, el Hermes psicopompo, que en la mitología tenía una función análoga.
Y luego que es que se le atribuyen apariciones o milagros repentinos que salvan lugares como Roma. Os cuento esa, venga, pero hay muchas más.
Durante el S. VI una epidemia de peste devastó Roma. El papa en ese momento era San Gregorio Magno.
Como era quien era vio, tras mucho rezar, que lo que debía hacer es una procesión por toda la ciudad con la imagen del icono de la Virgen que llamaban Salus Populi Romani, que se conservaba (y se conserva todavía) en Santa María la Mayor.
Iban en procesión asustadísimos todos porque pensarían «nos lo vamos a pegar lo de la peste unos a otros, vaya ocurrencias las de Gregorio» pero todavía se asustaron más cuando pasando por el antiguo palacio de Adriano, en lo alto, vieron una figura de soldado, limpiando su espada de sangre.
Tras aquello ya no hubo más peste y todos atribuyeron aquello a la imagen de la Virgen y a la figura del soldado, que si os habéis percatado era San Miguel.
San Miguel siempre está ahí.
Es símbolo de tantas cosas…
De la misericordia eterna de Dios con nosotros. De la fidelidad como abogado defensor ante lo peor de lo peorcito. De la lucha a brazo partido en la que siempre va a estar en tu equipo.
Del temor de Dios.
Su legado y su devoción, además, han logrado que algunas de las iglesias más bellas que conozco lleven su nombre.
Con ellas me despido.
