10 de noviembre: San León Magno, papa

Gala Placidia, emperadora regente del Imperio Romano de occidente, y cuya historia habrá un día que contar (hija, hermana, madre de emperadores y reina de bárbaros, además de azote de arrianos), tenía en el año 440 muchos frentes abiertos con los que no daba abasto.

Uno de ellos, uno que le preocupaba especialmente, era pacificar la Galia.

Aquello estaba malfatal.

El comandante general de las legiones, Flavio Aecio, y el prefecto del pretorio, Albino, estaban a tortas. Por lo que se requería una persona que pusiese a buenas a estos dos mentecatos.

El elegido fue la mano derecha del papa del momento, Sixto III, un diácono romano llamado León.

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Más de una vez, y más de dos, os he dicho que en Rávena están los mosaicos más bellos del mundo. Pues bien, los más antiguos y los más hermosos están en el mausoleo de Gala Placidia (425-450). Allí está enterrada ella, su marido Constancio, su cuñaó Honorio (que era tonto de solemnidad) y su hijo, que fue emperador, Valentiniano

Una vez en la Galia, en plan mediador («tenemos a los bárbaros a las puertas del Imperio y vosotros peleándoos por tontás, hay que ver Aecio, hay que ver Albino») le llega la noticia de que Sixto III ha muerto.

Y junto con la misma misiva le llega la noticia que le han nombrado Papa.

Claro, deja el entuerto galo a medias y sale pitando a Roma, donde es consagrado como Sumo Pontífice.

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Lo de Pontifex Maximus no os creáis que lo usaban todos los papas; los anteriores a León Magno llevaban mucho sin usarlo, por decencia, pero él decidió volver a su uso. Ya estaba bien de eufemismos. En la foto, Pío XII dirigiéndose a la multitud reunida en la plaza de San Pedro en ocasión de la liberación de Roma, el 5 de junio de 1944

Faltaban menos de 40 años para que el Imperio Romano de Occidente desapareciera.

El nuevo papa, nuestro León, podía intuir algo debido a que nada funcionaba ya como deben funcionar las cosas en un imperio serio.

Las tribus bárbaras ya no respetaban frontera alguna y no pagaban un tributo desde hacía décadas.

El Imperio Romano de Oriente no ayudaba nada de nada: apoyo moral y, si acaso, alguna que otra herejía, que eran la pimienta histórica de la época.

La de juego que dieron las herejías. En ese momento, un tal Eutiquio, decía que no había verdadera naturaleza humana en Cristo.

Y se quedaba tan ancho.

A todo esto se tuvo que enfrentar el papa León, cuando todavía no era magno.

Fourth ecumenical council of chalcedon - 1876.jpg
Concilio de Calcedonia (1876), por Vassili Surikov. Este concilio fue con el que le tocó bailar a San León Magno. Tuvo lugar en el 451 y se dejaron las cosas bien claritas: el monofisismo de Eutiquio quedó disuelto y se estableció el Credo de Calcedonia, donde se describe la plena humanidad y divinidad de Cristo

Para que veáis lo importante que fue lo del Concilio de Calcedonia (junto a otros anteriores: Nicea, Constantinopla y Éfeso), otro magno, posterior al nuestro, San Gregorio, dijo esto de ellos:

"Acogo y venero los cuatro concilios como los cuatro libros del santo Evangelio... se eleva la estructura de la santa fe, como sobre una piedra cuadrada: resumen perfecto de la fe de la Iglesia antigua"

Y de la nueva, Gregorio, y de la nueva.

Los obispos presentes en Calcedonia, simplemente, dejaron dicho: «Pedro ha hablado por la boca de León».

No me extraña que al morir le enterraran al lado de San Pedro.

En un primer momento se le enterró, siendo así el primero (San León Magno fue el primero en muchas cosas, veréis), en el pórtico de la basílica constantiniana, que sería la futura San Pedro, junto a los restos del susodicho. En el S. XVI, Alessandro Algardi le adecentó un altar dentro de la basílica con el episodio más famoso de su vida: la huida de Atila

Lo de Atila.

¿Os acordáis de Flavio Aecio y sus legiones en la Galia? Pues resulta que el lío de Aecio venía de que se veía incapaz de soportar la entrada en el tablero de juego de otro pueblo bárbaro.

Este pueblo no era otro que el de los legendarios hunos, comandados con Atila.

Atila era un tipo que tenía sus estudios y que aspiraba a ser alguien grande dentro del Imperio.

Atila quería ser emperador, para que engañarnos. Griego y latín sabía Atila.

Estaba claro que los romanos pensaban que le podían timar adulándole o dándole tierras en zonas marginales del imperio.

Pero no coló.

Atila se presentó en la Galia con ejército de desarrapados que tiraban con arco subidos a caballos sin silla de montar.

Mambo.

7 misterios que aún no se han podido resolver sobre los hunos, uno de los  imperios más brutales de la historia - VIX
En la batalla de los Campos Cataláunicos (451) Atila hizo frente a las legiones romanas apoyadas por los ostrogodos (arrianos indomables) pero no pudo vencer, por lo que recurrió a la diplomacia para conseguir sus objetivos

Tras ver que con los hunos, a campo abierto, era imposible vencer a las legiones, cogió a los más salvajes, y como no había nadie ya guardando las fronteras invadió Italia y redujo prácticamente a cenizas Milán, Padua y Aquilea.

Venía reclamando una cosilla de nada: casarse con la hermana del emperador, Honoria, que estaba de acuerdo; pero al emperador Valentiniano III, el hijo de Gala Placidia, pues era un tema que no le hacía ni pizca de gracia.

Así que aquí estamos, en el año de nuestro Señor de 452, y a las puertas de Mantua, dispuesto Atila a saquearla y bajar después por la fuerza a Roma, a reclamar a Honoria, y sobre todo, la dote por Honoria.

Valentiniano huye, las legiones huyen, Flavio Aecio está lejos.

El que está en Mantua, no por casualidad, es el papa León.

MANTUA - Definición y sinónimos de Mantua en el diccionario alemán
Qué me decís de Mantua
Mantua, una cápsula del tiempo en el norte de Italia
La familia Gonzaga se encargó de que la ciudad tuviera en el Renacimiento una classe como pocas

Ahora hay que imaginar a San León Magno tras las murallas de Mantua. A la ciudad aterrorizada (jopé, que venían los hunos). Y a Atila a las puertas de la ciudad.

Atila ad portas les decían las madres a sus hijos cuando querían asustarles.

El hombre del saco, el sacamantecas y el coco era Atila. Tres en uno.

En esto sale León y pide, a saber cómo, hablar con Atila, que al enterarse que es el papa quizá pensara: «a este nos lo merendamos».

Pero no. Sale nuestro santo, que por algo se le llama también magno y dialoga en latín con Atila y le disuade, no me preguntéis cómo, de que de media vuelta y vuelva a su Hungría natal.

Sí, le pagó. Sí, aquello presagiaba el final de un imperio.

Pero la espantá, Atila, la dio.

En las estancias vaticanas, en 1514, pintó el insigne Rafael el Encuentro entre San León Magno y Atila. La leyenda narra que el rey de los Hunos se retira tras haber visto aparecer, detrás de León, a los Apóstoles Pedro y Pablo, armados con espadas

Que sí, un poco después, con León en Roma, los vándalos de Genserico consiguen entrar en la capital.

En fin, que capital ya no era Roma de nada, pero que entrar, los vándalos, entraron.

Eso sí, León volvió a negociar con los bárbaros y estos permitieron que las basílicas de Santa María la Mayor, la de Letrán y las de San Pedro y San Pablo sirvieran como refugio al pueblo.

Y que ahí no entrarían. Y así fue.

¿Qué significó todo esto?

Pues una cosa bastante importante, y que prácticamente se mantuvo pasados los siglos: en Roma, la máxima autoridad ya no era de los emperadores, sino de los papas.

San León Magno, el Papa que convenció hasta a Atila
«Aquí estoy yo»

Antes comentamos que el santo de hoy había sido el primero en muchas cosas:

El primero en llamarse León (luego vendrían otros doce), el primero del que ha llegado su predicación por escrito y el primer papa al que apodan Magno.

Que al otro magno, San Gregorio, le nombraran en 1754, junto a él, Doctor de la Iglesia, pues también es un hito.

El 10 de noviembre del 461 muere en Roma tras veintiún años de papado.

Benedicto XVI dirá de él:

Este es el misterio cristológico al que san León Magno dio una contribución eficaz y esencial, confirmando para todos los tiempos. Con Pedro y como Pedro confesó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Por este motivo, al ser a la vez Dios y hombre, «no es ajeno al género humano, pero es ajeno al pecado». Con la fuerza de esta fe cristológica, fue un gran mensajero de paz y de amor. Así nos muestra el camino: en la fe aprendemos la caridad. Por tanto, con san León Magno, aprendamos a creer en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y a vivir esta fe cada día en la acción por la paz y en el amor al prójimo.

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