«Buscad» e «invocad»

Estas dos palabras me han tocado hoy profundamente al escucharlas en las lecturas de la Misa del Domingo (XXV T. O. Año A).

Las dos se encuentran en el mismo versículo del profeta Isaías (55, 6): «Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca».

En hebreo dice así:

1dirshú YHWH behimatzeʾó qeraʾúhu bihyotó qaróvדִּרְשׁ֥וּ יְהוָ֖ה בְּהִמָּצְא֑וֹ קְרָאֻ֖הוּ בִּֽהְיוֹת֥וֹ קָרֽוֹב׃

La primera palabra es דִּרְשׁ֥וּ (dirshú), del verbo דָּרַשׁ (darásh) que literalmente significa «frecuentar», y de ahí «seguir» como persiguiendo a alguien, «consultar» y, por lo mismo, «buscar».

No se trata por tanto de buscar ‘al tuntún’, ni de un acto mental de comprensión de conceptos intelectuales, ni de simplemente perder el tiempo buscando a ver da la casualidad de que encuentro algo. Se trata de frecuentar al Señor, de pasar tiempo con Él. Se trata de perseguirle, ir detrás de Él, como hacían muchos de sus discípulos antes de convertirse en discípulos.

Las personas no frecuentamos conceptos, sino personas o lugares. Resulta que Jesús es ambas cosas. Jesús es una persona real, de carne y hueso, viva y resucitada. Siempre el mismo, porque ya no muere más. Jesús también es un lugar, porque, como hombre, al tomar para sí mismo una esposa (la Iglesia, Ef 5, 32), afirma la Escritura que «dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos única carne» (Gn 2, 24). Por tanto, Jesús y la Iglesia son única carne. Donde está la Iglesia está Jesús. Jesús es la Iglesia y la Iglesia es Jesús. Hablo de la Iglesia como pueblo de creyentes, no sólo de la jerarquía (aunque ésta está incluida).

¿Cómo puedo frecuentar a Jesús, como puedo perseguirle, ir tras él?

  • Por medio de la Escritura: ella es testimonio de la acción de Dios en la historia de los hombres. En ella está tu vida y la mía.
  • Por medio del Magisterio: la esposa es aquella que más íntimamente conoce a su marido y la más autorizada para interpretar sus intenciones cuando surgen dudas o ambigüedades en los hijos.
  • Hablando con Él: es una persona viva, de carne y hueso… y le encantan las relaciones personales. Si crees que es imposible, no te has enterado de nada. Tras su Ascensión al Cielo, Jesús siguió hablando con sus discípulos (y no sólo los discípulos mentalmente). Con todos sus discípulos, no sólo con los apóstoles. ¡No se lo tenían que imaginar, Él les hablaba directamente!
  • Reuniéndote con los hermanos en un mismo lugar: acudiendo a tu grupo o comunidad con frecuencia, celebrando con el resto de cristianos los sacramentos, etc. Decía San Ignacio de Antioquía: «Procurad reuniros con más frecuencia para celebrar la acción de gracias y la alabanza divina. Cuando os reunís con frecuencia en un mismo lugar, se debilita el poder de Satanás, y la concordia de vuestra fe le impide causaros mal alguno» (Carta a los efesios).

¿Por qué parece que los cristianos y sus pastores están cada vez más perdidos y lejos de Jesús? ¿Por qué muchos sacerdotes predican cosas distintas (y contradictorias entre sí) y todos alegan estar en lo cierto? ¿Por qué tantos predicadores (sacerdotes y laicos) predican cosas que la Iglesia, en sus 2023 años de existencia, no ha enseñado nunca? ¿Por qué los cristianos de a pie no son capaces de distinguir entre los verdaderos y falsos predicadores? ¿Por qué el cristianismo se parece cada vez más al yoga o al mindfullness?

Porque nos falta oración, nos falta conocimiento y nos falta integridad.

  • El Diablo ha convertido la oración en un simple recitar supersticioso de oraciones y versículos de la Biblia para ver si así consigo que Dios me sea favorable, dándome lo que yo quiero y no quitándome lo que ya tengo. La oración es hablar de tú a tú, de corazón a corazón con Alguien que sé que me ama gratuita e incondicionalmente, y cuyo amor me dignifica en Su Presencia.
  • El Diablo ha convertido el conocimiento en un acto intelectual, en método crítico por el que ya ni siquiera sabemos si lo que dijo e hizo Jesús es realmente cierto o no (ya que no había nadie allí grabándole) y por el que los cristianos modernistas (sacerdotes y laicos) niegan los milagros, signos y prodigios narrados en la Escritura, considerándolos exageraciones o simples alegorías catequéticas. El conocimiento es una unión de dos personas. En la Escritura, el verbo yadá («conocer») se usa para expresar el acto sexual entre los esposos. El hombre penetra en la mujer y se hace una carne con ella. Su ser, para siempre, quedará dentro de ella; y ella dentro de él. Pero nosotros no nos dejamos ‘conocer’ por Jesús, no dejamos que Él habite en nosotros para siempre… vivimos mirando una imagen, una fotografía de Jesús, no a una persona viva. Algo parecido a lo que hace la generación actual cuando van haciendo turismo… ¡están constantemente haciendo fotos! ¡Tratando de eternizar ese momento! Perdiéndose el disfrute del presente con tal de tener un recuerdo que les permita convencerse de que se lo pasaron muy bien, cuando lo único que hicieron fue mirar el mundo desde la cámara de un móvil.<
  • El Diablo ha convertido la integridad en compromiso. Debo asistir por obligación a las reuniones y celebraciones, no porque sé que todo mi ser necesita alimentarse de la vida sobrenatural que hay en ellas, sino porque debo parecer coherente con los ideales que digo profesar. Así, asistimos a reuniones y celebraciones y, al salir, parecemos personas totalmente distintas. Nos hemos convertido en una especie de ‘cristianos esquizofrénicos’. La integridad no es compromiso. La integridad es consecuencia de tener la certeza de una vocación. El médico que tiene vocación, actúa como médico en cuanto es necesaria su actuación. El que es un simple funcionario deja de serlo a las 15h. El cura es cura las 24h, el funcionario deja de serlo en cuanto cierra la parroquia. El cristiano es uno con Jesús las 24h, el funcionario sólo cuando está reunido en una celebración.

El cristiano no necesita comprometerse a nada, ¡su propio ser desea ser cristiano en todo momento! ¡Estar con el Señor constantemente! Sabe que sin Él no es capaz de absolutamente nada, ni de grandes cosas (milagros, prodigios, predicaciones, servicios, etc.), ni de pequeñas cosas (amar a mi hijo, estar con mi amigo, cocinar, trabajar, descansar, etc.). El compromiso le parece un insulto. No hace las cosas por obligación sino sino por amor, porque es lo que Jesús, su Amado, desea de él.2¿Conoces la diferencia entre motivación intrínseca y extrínseca? Ambas motivaciones apuntan hacia un premio, una recompensa. Sin embargo, mientras la motivación extrínseca pone el foco en el premio: las notas, el reconocimiento, el dinero, etc., la intrínseca lo pone en el simple hecho de hacer lo que a uno le gusta. Cuando una persona (lo vemos sobre todo en los niños) está motivada intrínsecamente a algo (matemáticas, lengua, pintura, música, etc.), cualquier intento de premiarle por sus buenos resultados ¡hace que se le quiten las ganas de hacerlo!

Las letras del verbo דָּרַשׁ (darásh), «frecuentar, buscar…» son dálet (ד), resh (ר) y shin (ש). La letra Dálet representa una puerta, también algo que cuelga de algo, ya que las puertas de los hebreos en el desierto eran cortinas que colgaban de un asta. De ahí que también simbolice un pobre, alguien que depende de otros para mantenerse sostenido. La letra Resh representa la cabeza de un hombre y, por tanto, la parte superior de su cuerpo. La letra Shin son unos dientes, algo que machaca o consume algo por completo. La esencia del verbo darásh es «depender de algo superior completamente», pero también, desde la perspectiva cristiana, «volverse un pobre que depende del sacrificio de un hombre (Jesús)». Por tanto, buscar al Señor es depender de Él y únicamente de Él. Vivir de Su Perdón y únicamente de Su Perdón. Recibir la vida de Él y no desear simplemente las cosas materiales o afectivas, salvo como instrumento para hacer Su Voluntad.

La segunda palabra es קְרָאֻ֖הוּ (qəraʾúhu), del verbo קָרָא (qará), «llamar a alguien por su nombre», «gritar fuertemente», «acosar a alguien». Podemos traducirla por «rezar, invocar», siempre y cuando no perdamos su connotación inicial de «gritar». De ahí que se pueda traducir también por «aclamar, anunciar y predicar». Sus letras son Qof (ק), Resh (ר) y Álef (א). Qof representa el sol levantándose en el amanecer, Resh ya la vimos anteriormente y Álef representa a Dios, pero también Su Fuerza y, por tanto, la intensidad de algo. Literalmente significa «levantar la voz hacia arriba fuertemete» y, los cristianos también podemos ver un «alzarnos hacia el hombre-Dios (Jesús)».

El problema es que los cristianos, en el intento de parecer personas serias y racionales, hemos convertido el rezo en algo interno y silencioso. ¡Que se lo digan a un hebreo! ¡Los hebreos rezaban a voces! Más parecido a lo que hacen aún hoy algunos carismáticos en peligro de extinción. No les preocupaba su propia dignidad ni la gran solemnidad, litúrgicamente silenciosa, de la celebración. Gritaban al Señor, se alzaban hacia Él, y esto se manifestaba en el alzamiento de su voz, hasta el griterío. Porque ellos no eran importantes, sino el Señor, el Eterno, el Altísimo. Salían de sí mismos, olvidándose de su dignidad. Solo les importaba Él, sus vidas dependían de ello.

Ambas palabras darásh y qará van asociadas a algo. Darásh a «mientras se deja encontrar» y qará a «mientras está cerca». Es decir, que hay un momento temporal tras el cual ya no será posible encontrar a Dios, porque ya no estará cerca. ¡Ese momento temporal es la vida terrena!

¡Que buena definición hace la Escritura de la vida! ¿Pensabas que la vida es un tiempo para ir al gimnasio, ponerte en forma, cuidarte, trabajar, hacer dinero y tratar de vivir sin muchos problemas y complicaciones el máximo tiempo posible? Pues, según la Escritura: ¡NO! La vida es el tiempo de salir corriendo detrás del Señor, de frecuentar Su Presencia, de gritar Su Nombre a todas las gentes (predicar), anunciándole a voz en grito, sin preocuparnos por nuestra dignidad personal, por parecer hombres y mujeres serios y racionales.

El cristiano sólo quiere estar con el Señor. Pero no huyendo de la realidad, como nos acusan muchos (por desgracia, no sin razón en algunas ocasiones). El cristiano desea estar con Jesús mientras ve la televisión, mientras está con su marido o esposa, mientras cuida o enseña a sus hijos, mientras toma algo con sus amigos, mientras estudia o trabaja. En las decisiones que toma, grandes o pequeñas, sólo le interesa hacer lo que Jesús quiera… ¡Ser amante del Amado! El amante no necesita comprometerse. El amante ama, desea estar con el amado y cuando no está con Él, le llama por teléfono (o habla con Él por whatsapp).

Eso es ser cristiano, ¡ser amante de Jesús, el Amado!

Que Dios Padre nos conceda ser amantes del Amado por intercesión de Nuestra Madre, María. Aquella que más le amó y le ama, y la que mejor nos puede enseñar a amarLe con emoción y efusividad verdaderas.

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