Como he hecho en anteriores ocasiones, únicamente quiero abordar el tema de los ángeles desde la perspectiva del hebreo bíblico. Pero no quería empezar sin resaltar una de mis citas favoritas, y que tiene que ver con el tema:
«Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos»
Mateo 18, 10
La palabra «ángel» usada en el Nuevo Testamento es ἄγγελος (ánguelos). Probablemente, derive del verbo ἄγω (ágo), «liderar, conducir, guiar, llevar, traer». Una palabra derivada de éste y cercana a «ángel» es ἀγέλη (aguéle), «rebaño, manada, compañía, algo numeroso». Así, el «ángel» es aquel que «trae noticias», pero también que «el que guía como un pastor».
En hebreo, la palabra es מַלְאָךְ (mal’áj), «ángel, mensajero, emisario».
Esta palabra es muy interesante. Deriva de la raíz hebrea לָאַךְ (la’áj), «enviar en representación». Cuando un rey envía a alguien como representante, éste hace las veces de rey. Va con todo el poder del rey para expresar su voluntad y tomar decisiones en su nombre. Los reyes elegían personas de su círculo más íntimo, que gozaban de su plena confianza para esta tarea. Al fin y al cabo, iban a representar a la persona misma del rey que les enviaba. Su palabra era la palabra del rey, su voluntad era la voluntad del rey.
Tanto es así que hay otra palabra hebrea que guarda muy estrecha relación con ésta. Es el verbo מָלַךְ (maláj), «reinar», del que deriva מֶלֶךְ (mélej), «rey». Si observas ambas palabras con detenimiento, verás que prácticamente son iguales, únicamente se diferencian por la introducción de una Álef.
Si habéis leído otros artículos míos sobre el alefato, recordaréis que Álef es la primera letra del alefato hebreo. Su pictografía original representa la cabeza de un buey y significa «fuerza, poder, liderazgo», «uno, primero, cabeza»; y, por lo mismo, «Dios».
¿Recuerdas la imagen que se hicieron los hebreos en el desierto cuando pensaron que Moisés había muerto en la montaña? Un becerro de oro. Un toro o buey. Los hebreos no pretendían irse en pos de dioses paganos, solo querían tener una imagen del Dios de Moisés. De hecho, una vez hecha la imagen, dicen literalmente: ‘él·le ‘elohéija isra’el ‘asher he’elujá me’éretz mitzráim («este es tu Elohim, que te sacó de la tierra de Egipto», Ex 32, 4). No buscan otro dios, sino controlar al Dios que se les había revelado por medio de una imagen que pudieran llevar ellos a donde quisieran. Pero, ¿qué imagen escoger? La imagen que mejor representara la fuerza, el poder, la bravura, el todopoderío… la imagen de un toro.
Si la pictografía de mélej (rey) representa unas aguas (de vida o muerte), un bastón que gobierna y la palma de una mano (o también algo dividido), que trae bendición, que da y que quita, es porque la personificación más perfecta de ese tipo de rey es Moisés: «aquel que divide con su bastón las aguas del Mar Rojo». De sus letras, comprendemos que el rey es «aquel que tiene el poder y la autoridad para traer, dar y quitar (administrar) bendición, vida y muerte en medio de su pueblo». Es el gobernante máximo. El ángel (mal’áj), por su parte, es «aquel que trae, da y quita (administra) toda bendición de parte de Dios (álef) o en nombre de Dios». Su poder es el poder de Dios.
Esto del poder me recuerda conversaciones antiguas que me hicieron reflexionar e investigar sobre el tema.
¿Te has parado alguna vez a pensar cuánto poder tendrá tu ángel de la guarda? ¿Cuánto podría hacer tu ángel de la guarda para defenderte de un demonio? ¿Y contra dos? ¿Y si fuera contra el mismísimo Satanás? ¿Y si viniera el infierno entero a atacarte, qué podría hacer tu ángel de la guarda para defenderte? Pues resulta que sólo tu ángel de la guarda es más fuerte y poderoso ¡que todos los demonios del infierno juntos!
Sin embargo, muy poca gente cree realmente esto. Y, claro, la fe en aquello que creemos, ya sea correcto o equivocado, siempre nos mueve a obrar conforme a ello. Como no creen, no recurren a la intercesión de su ángel de la guarda, o no se fían de ella (no sea que se haya ido a desayunar). Entra el miedo, y con él, damos poder al enemigo sobre nosotros. Es tan sencillo todo y lo complicamos tanto. ¡Recuerda esto! Grábatelo como lema y repítetelo diariamente si hace falta:
¡La fe en una mentira empodera al Mentiroso!
Tenemos unos compañeros en nuestras vidas cuya presencia es constante. No van y vienen, ¡están siempre con nosotros! No están ahí porque somos buenos y nos merecemos su presencia, ni siquiera porque les tratemos más o menos bien. Están ahí porque la esencia del ángel es hacer la Voluntad de Dios, jamás dejarán de hacerla, por lo que nada de lo que hagas hará que se marchen de tu lado o que no te ayuden cuando se lo pidas.
Los ángeles desean con todo su ser servir a Dios, hacer su Voluntad. No en vano, las letras de su nombre hebreo suman 91 (40+30+1+20) y 91, en hebreo se escribe con las letras צא. Tzádi representa a un hombre tumbado descansando y Álef a Dios. El propio hebreo nos confirma que la esencia del ángel es «descansar en [la voluntad de] Dios». 91 nos dará 10 (9+1), valor de la letra Yod, (brazo, poder) y 10 (1+0) nos da 1, Álef (Dios). Los Ángeles son el «brazo de Dios», si lo entendemos anatómicamente, podríamos decir que son una extensión de Él mismo, de su presencia con nosotros y de su deseo de protegernos y llevarnos hacia Él.
La Voluntad de Dios es que estén a nuestro lado, que nos defiendan, que nos sirvan, que nos lleven a Él. ¡Y no dejarán de hacerla! Seas quien seas, hagas lo que hagas.
Cierto es que, como ocurre en nuestra vida, tus amigos son personas con las que tienes afinidad, con las que mantienes una relación de intimidad. Tanto tú como el ángel sois seres personales, cuanto mayor sea tu deseo de hacer la Voluntad de Dios, mayor será la afinidad con tu ángel de la guarda, mejor será tu relación con Él, porque compartís el mismo interés y no estáis luchando el uno contra el otro constantemente.
Por eso, te animo a que ames la Voluntad de Dios cada día más. Tanto que llegues a despreciar en tu voluntad todo aquello que no sea Voluntad de Dios. No solo serás feliz, sino que podrás disfrutar, ya no de la compañía de tu ángel (que es permanente, sí o sí), sino de su amistad.
¿Tienes un buen amigo? ¿Has notado alguna vez como parece que todo tu ser descansa cuando estás con él hablando, tomando algo o simplemente compartiendo tu tiempo? Vuelves a casa contento, habiendo disfrutado. Pues la misma sensación será con tu ángel de la guarda. Cuanto mayor sea tu deseo de servir a Dios, mayor será tu afinidad con él y mayor será también tu disfrute espiritual de su presencia.
Tu ángel de la guarda está deseando servirte en todo lo que favorezca tu intimidad con Dios, ¡habla con él! ¡Confía en él! Él es más poderoso que todos los demonios del infierno juntos, así que, deja de dar crédito a tus tentaciones, deja de dar crédito a tus temores infundados y apóyate en el mejor amigo que podrías tener: ¡tu Ángel de la Guarda!